jueves, 23 de noviembre de 2017

Las alas de un ángel rotas (48º parte)

Una expresión aterrorizada barría su rostro, con dedos torpes y manos temblorosas, abrazaba con fuerza a Eva, meciendo nerviosa su cuerpo, paseando alrededor de la cama metálica. Las pupilas extraviadas andaban navegando por algún lugar del tiempo y del espacio, fijadas en un objeto—que no identificaba con claridad y un horroroso ramo de flores.
--¿A pasado algo? –pregunté con desazón --. Sin contestarme siguió mirando lo que parecía darle un miedo espantoso—recogí del suelo una tarjeta caligrafiada a mano.

Este sonajero ha pertenecido a todos lo niños de la familia desde que se puede recordar, tu hija no va a romper la tradición.
Espero que tengas la cortesía de traerme a mi bisnieta y no me hagas desplazarme, la salud ya no me acompaña.
 
--¡Nos la robará!. Estoy segura que ese horrible sonajero tiene una maldición ¡Vamos algún sitio que ella no sepa como encontrarnos!.
Su voz se quebró en un susurro débil y lloroso.
Un sonajero de plata repujada, en su interior una especie de garbanzos o algo por el estilo, le hacia emitir un extraño sonido, parecido a maderas golpeándose entre sí. Descubrí un cierre en el lateral, --un diminuto pasador--, al abrirlo no identifiqué la semilla de su interior, desprendía un disimulado pero desagradable olorcillo. Lo vertí en la taza del inodoro, dejando que abundante agua lo transportara lejos de nosotros. El ramo de flores lo llevé a la sala de enfermeras que se mostraron agradecidas por el detalle y la tarjeta la quemé bajo la escrutadora mirada de Lucía.—mintiendo descaradamente, le dije--.
--¡Dentro del sonajero sólo había garbanzos casi deshechos por el paso del tiempo!.—Al abrir aquel inquietante objeto, me recordó una película americana que viera ya hacia tiempo y que no recordaba con total claridad. Para poder poseer la voluntad de una embarazada o algo así, se le entregaba un colgante metálico con un artesanal repujado y en su interior unas hierbas. Por supuesto que no dije nada, solo faltaba que le echara más hierro al asunto--. Guardé el objeto en el bolsillo y esa misma tarde mientras descansaban, me acerqué a un anticuario del centro –que se quedó encantado con el objeto, pagándome una importante suma por él --. Luego doné el dinero para la reconstrucción de la antigua iglesia donde ejercía su sacerdocio el tío de Lucía --siniestrada hacia unos meses por aquel fatídico accidente--. Con eso zanjé el asunto y si algún mal había en el objeto, revertiría en ellos mismos, alejando de nosotros su maleficio. En estos asuntos no es cuestión de creer o no creer, ser precavido no cuesta nada y como dicen los gallegos. --“Las brujas no existen pero haberlas ahilas”--.
Despertó con la pequeña a su lado, el sueño, había alejado su pésimo estado de animo.
La visita de Eloisa la hizo sentirse feliz y olvidar viejos pesares. No preguntó por el objeto, en su interior sabía que habría hecho lo correcto o lo que yo creía mejor para nosotros.

Dos meses más tarde en portada de todos lo periódicos, apareció la noticia. La casa de antigüedades, --en la que habitaba el dueño en un pequeño apartamento del piso superior--, se declaró un incendio en plena noche. Por lo visto unas tuberías de gas en mal estado provocaron una explosión, la madera vieja y seca no ayudó mucho. Cuando los bomberos pudieron controlar el infierno de llamas que se declaró, no había nada que salvar,--cenizas y escombros poco más--. El dueño presuntamente dormido en esos momentos pereció en el siniestro.
Milagrosamente --reseñaba la noticia-- las llamas no se propagaron a edificios colindantes.
Quince días más tarde, volvía a saltar la tragedia. Dos muros restaurados de la iglesia, se desplomaron sin conocerse las causas, aplastando a tres obreros que trabajaban en esos momentos. Se estaba investigando el desafortunado incidente, paralizándose las obras de restauración.
 Preguntó. ¿Casualidad?. ¿Infortunio?. Tiré los periódicos a la basura y callé, para que Lucía no sospechara nunca, ella no preguntó lo que hice con el sonajero y aunque ahora lo hubiera hecho, la mentira seria mi respuesta. 
Continuará...

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