La mañana amaneció algo extraña, el cielo lucía como un
semáforo en ámbar, por un momento me dejó encandilada. Los pájaros volaban como
si estuvieran borrachos cortando el aire con sus alas, de forma
anárquica, vuelos cortos y atropellados,
incluso había algún choque accidental. Me sentí atraída por ese caos ordenado
que reinaba en el exterior, sin embargo la gente corría a toda velocidad como
un día corriente, enojada nada más levantarse, intentando sobrevivir a otra
jornada de estresante agonía.
Tenía otras cosas por las que preocuparme, a las seis hora local,
partía con destino a la ciudad del amor, París. Me imaginaba paseando por sus
amplios bulevares, tomando café en una terraza viendo pasar a los artistas, el
tono anunciando una llamada me despegó de la ventana y la imagen idílica, cayó
como un castillo de naipes empujados con violencia.
Mamá, tengo poco tiempo, está todo sin recoger y las
maletas por hacer. No digas tonterías como van a estar cayendo cosas del cielo,
será lluvia. ¡Cómo que es otra cosa! ¡Algo pegajoso!, ¡Mamá no digas tonterías!.
Hoy sabes que no podré ir a solucionar nada, salgo para París en pocas horas.
Mamá, mamá, no dejes el teléfono descolgado, mamá, que es ese gruñido. ¿Qué le
pasa al perro? ¡Mamá, por favor!, --grito a todo pulmón estrellando el auricular
contra la pared del salón-- --¡No me lo puedo creer!.
Vuelvo a la ventana, el humo del cigarrillo me envuelve con
sus suaves volutas, haciendo círculos sobre los rizos de mis cabellos.
Un estruendo me devuelve a la realidad, con la
nariz pegada a la ventana intento abarcar el mayor ángulo posible de visión,
como una vieja cotilla.
Es un golpe en cadena de varios coches en la calle, parece
que la gente se va alterando, aunque la lluvia cae con cierta fuerza no
amedrenta a los conductores, salen de los vehículos y comienzan a golpearse. La
policía se une a la disputa y empuja a uno de los afectados. El del coche gris ha
mordido al del vehículo blanco. ¡Dios mío! ¿Qué está pasando en la calle?. La
gente se esta mordiendo unos a otros.
Abro la ventana para poder captar mejor el momento y algo ciertamente
pegajoso cae en forma de lluvia, cierro precipitadamente de un fuerte golpe la
ventana. Corro hacia el cuarto de baño para librarme de la sustancia
desconocida que me ha empapado los brazos. Un ruido estridente frena mi
precipitada carrera.
Mis vecinos están peleando en el piso de abajo, parece que
quieren destruir la casa, sin embargo no escucho sus voces. Solo alcanzo a oír
unos gruñidos, apenas nada.
--¡Mierda!, que hace este cacharro aquí, --la mesita de
diseño cae al suelo hecha pedazos, después de un cruel encuentro con la pared
del cuarto de baño.
La boca me sabe a sangre, me duele la cabeza y la ira se
apodera de todos mis sentidos.
--¡Que hambre tengo!, me estrello contra la nevera. ¡Qué asco!
¿Cómo puedo comer estas cosas?. Abro la puerta, la putita rubia de mi vecina
está con cara de recién levantada, intentando comprender lo que pasa.
Mi razón
se diluye mientras saboreo el brazo de la putita y sus gritos suenan a una melodía
disonante y tan estúpida como ella.
Vamp.