viernes, 15 de julio de 2016

Las largas noches de Elena (parte 19º)

Con las facciones contraídas por la llamada, se leía en nuestros rostros  sensaciones adversas que recorrían hasta la última célula de nuestro cuerpo, me sentía agobiada, contrariada, tenía un sentimiento de rebeldía, que solo invitaba a gritar y por primera vez en mi vida, miedo, tenía miedo por otra persona que no era yo, temía por Manuel, no quería que nadie lo usara como arma arrojadiza y acabara dañado por mi culpa, pero no era momento para lamentaciones, ni para retroceder, Manuel se merecía ser protegido y no estaba dispuesta a dar ni un paso atrás, no conocía ninguna otra opción para protegerlo de la soledad de la vida, caminaba solo y desorientado y desde ahora nuestros pasos irían unidos.
 
--¿Elena, que pasa ahora?, y su rostro marco una profunda huella de incertidumbre y tristeza.
--¡Nada!, dije—con fingida energía--, vamos al hotel recogemos las cosas y nos instalamos, no te preocupes por nada y sobre todo necesito una promesa por tu seguridad y sobre todo por la mía,-- con esto intentaba influir en él, para que me siguiera mis instrucciones a pies juntillas--. Tienes que hacer las cosas como te las digo, sino pondrás mi seguridad en riesgo.
 
Sonríe, -- le espeté, agarrándole la cara--. Todo está bien.
Cruzamos la verja de nuestra nueva casa, el jardín se veía muy cuidado y el edificio estaba abrigado por una arboleda que le daba una intimidad muy agradable, luminosa, abierta espaciosa y con dos habitaciones parecía pensada para nosotros y por un momento una idea inquietantemente descabellada, me cruzó el pensamiento, sacudí enérgicamente ese pensamiento para no emparanollarme. 
Manuel se veía pletórico, palpaba los muebles, intentando que el sueño no se desvaneciera.
 
--Bueno,--y no me dio tiempo a decir nada más, el timbre repiqueteo, nos miramos entre sorprendidos y acojonados--. Tranquilo,--dije casi en un grito y me encaminé con paso seguro hacia la puerta--.
Un mensajero me entregó un sobre, era la confirmación de la llamada, billetes de avión e intrucciones.
--Siéntate, escúchame con mucha, muchísima atención.
 
Este teléfono es de prepago, solo lo usarás en caso de vida o muerte, literalmente hablando, aunque a mí me pasara algo a ti te llegaría un aviso  a este teléfono con instrucciones, de acuerdo, ¡de acuerdo!,--elevė la voz para impresionarlo--¡Entendido!, por favor, es muy importante.
Bien mañana saldré temprano volveré lo antes posible, tú haz tu vida normal y no llames la atención, todo normal, toma las llaves y vuelve a casa, pórtate bien,--y le di un beso para sellar el pacto--.
 
Sentada en la sala de espera, aguardaba la salida del avión, una sensación de desasosiego me acompañaba, un pellizco en el estomago que yo atribuía a los nuevos condicionantes que movían mi vida, eso me desconcentraba, con el peligro que conllevaba semejante actitud para mí persona. 
Cerré los ojos e intenté centrarme en mi objetivo anulando cualquier condicionante externo.
 
--¡Embarque para los pasajeros del vuelo jp4673 con destino a Lisboa!
Aquella voz, invadió el aeropuerto, con el equipaje de mano salvé todas las barreras, hasta verme sentada en aquel gran pájaro que me transportaría al país vecino, aquella sensación de que algo no iba bien no dejaba de estar presente, como una sombra oscura.
Envuelta en estos pensamientos sombríos, la azafata anuncia la inminente toma de tierra en la ciudad de las siete colinas.
 
El clásico tipo desgarbado se me acerca, provocando un tropiezo accidental, lo veo alejarse a grandes zancadas escabulléndose entre los pasajeros preocupados por sus propios asuntos, sigo mi camino, apenas pasados unos segundos la puerta de un coche negro se abre invitándome a pasar. Tras los cristales tintados veo la vieja ciudad pasar ante mis ojos, por fin se detiene frente a la lujosa puerta del hotel, un portero de librea me da la bienvenida a la ciudad de Lusa.
 
Mis largas piernas abandona la seguridad del vehículo pisando hacia algo incierto que por primera vez me inquietaba, sin motivo aparente, todo parecía correcto, instrucciones, información, todo milimetrado, pero esa desazón no me abandonaba un solo segundo.
No hubo ni un tropiezo, como siempre todo correcto  y ya en la luminosa habitación respire a fondo y puse mi cerebro en modo acción.
 
La ausencia de público en el bar de la terraza facilitaba mis pesquisas, ayudada de unos binoculares pude observar con detalle el barrio alto y la gran casa donde se daría la fiesta privada a la cual estaba invitada, sería complicado en una casa llena de gente importante aislar al personaje y llevar a cabo mi misión, lentamente giré sobre mis pasos, alejándome lentamente.
 
Continuará...

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