Con las facciones contraídas por la llamada, se leía en nuestros
rostros sensaciones adversas que recorrían hasta la última célula de
nuestro cuerpo, me sentía agobiada, contrariada, tenía un sentimiento de
rebeldía, que solo invitaba a gritar y por primera vez en mi vida,
miedo, tenía miedo por otra persona que no era yo, temía por Manuel, no
quería que nadie lo usara como arma arrojadiza y acabara dañado por mi
culpa, pero no era momento para lamentaciones, ni para retroceder,
Manuel se merecía ser protegido y no estaba dispuesta a dar ni un paso
atrás, no conocía ninguna otra opción para protegerlo de la soledad de
la vida, caminaba solo y desorientado y desde ahora nuestros pasos irían
unidos.
--¿Elena, que pasa ahora?, y su rostro marco una profunda huella de incertidumbre y tristeza.
--¡Nada!,
dije—con fingida energía--, vamos al hotel recogemos las cosas y nos
instalamos, no te preocupes por nada y sobre todo necesito una promesa
por tu seguridad y sobre todo por la mía,-- con esto intentaba influir
en él, para que me siguiera mis instrucciones a pies juntillas--. Tienes
que hacer las cosas como te las digo, sino pondrás mi seguridad en
riesgo.
Sonríe, -- le espeté, agarrándole la cara--. Todo está bien.
Cruzamos
la verja de nuestra nueva casa, el jardín se veía muy cuidado y el
edificio estaba abrigado por una arboleda que le daba una intimidad muy
agradable, luminosa, abierta espaciosa y con dos habitaciones parecía
pensada para nosotros y por un momento una idea inquietantemente
descabellada, me cruzó el pensamiento, sacudí enérgicamente ese
pensamiento para no emparanollarme.
Manuel se veía pletórico, palpaba los muebles, intentando que el sueño no se desvaneciera.
--Bueno,--y
no me dio tiempo a decir nada más, el timbre repiqueteo, nos miramos
entre sorprendidos y acojonados--. Tranquilo,--dije casi en un grito y
me encaminé con paso seguro hacia la puerta--.
Un mensajero me entregó un sobre, era la confirmación de la llamada, billetes de avión e intrucciones.
--Siéntate, escúchame con mucha, muchísima atención.
Este
teléfono es de prepago, solo lo usarás en caso de vida o muerte,
literalmente hablando, aunque a mí me pasara algo a ti te llegaría un
aviso a este teléfono con instrucciones, de acuerdo, ¡de
acuerdo!,--elevė la voz para impresionarlo--¡Entendido!, por favor, es
muy importante.
Bien mañana saldré temprano volveré lo antes
posible, tú haz tu vida normal y no llames la atención, todo normal,
toma las llaves y vuelve a casa, pórtate bien,--y le di un beso para
sellar el pacto--.
Sentada en la sala de espera, aguardaba la
salida del avión, una sensación de desasosiego me acompañaba, un
pellizco en el estomago que yo atribuía a los nuevos condicionantes que
movían mi vida, eso me desconcentraba, con el peligro que conllevaba
semejante actitud para mí persona.
Cerré los ojos e intenté centrarme en mi objetivo anulando cualquier condicionante externo.
--¡Embarque para los pasajeros del vuelo jp4673 con destino a Lisboa!
Aquella
voz, invadió el aeropuerto, con el equipaje de mano salvé todas las
barreras, hasta verme sentada en aquel gran pájaro que me transportaría
al país vecino, aquella sensación de que algo no iba bien no dejaba de
estar presente, como una sombra oscura.
Envuelta en estos pensamientos sombríos, la azafata anuncia la inminente toma de tierra en la ciudad de las siete colinas.
El
clásico tipo desgarbado se me acerca, provocando un tropiezo
accidental, lo veo alejarse a grandes zancadas escabulléndose entre los
pasajeros preocupados por sus propios asuntos, sigo mi camino, apenas
pasados unos segundos la puerta de un coche negro se abre invitándome a
pasar. Tras los cristales tintados veo la vieja ciudad pasar ante mis
ojos, por fin se detiene frente a la lujosa puerta del hotel, un portero
de librea me da la bienvenida a la ciudad de Lusa.
Mis largas
piernas abandona la seguridad del vehículo pisando hacia algo incierto
que por primera vez me inquietaba, sin motivo aparente, todo parecía
correcto, instrucciones, información, todo milimetrado, pero esa desazón
no me abandonaba un solo segundo.
No hubo ni un tropiezo,
como siempre todo correcto y ya en la luminosa habitación respire a
fondo y puse mi cerebro en modo acción.
La ausencia de público
en el bar de la terraza facilitaba mis pesquisas, ayudada de unos
binoculares pude observar con detalle el barrio alto y la gran casa
donde se daría la fiesta privada a la cual estaba invitada, sería
complicado en una casa llena de gente importante aislar al personaje y
llevar a cabo mi misión, lentamente giré sobre mis pasos, alejándome
lentamente.
Continuará...
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