jueves, 20 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte29)

Necesitaba pensar, centrarme, demasiada información de un golpe. Me sentía, confundida, feliz, enfadada, triste y sobretodo una fuerte sensación de pérdida, ¿Qué me habían robado?, la angustia se prendió de la garganta y las lágrimas acudieron raúdas, lloré a gritos, grité y grité por lo perdido, por lo no vivido.
 Me habían robado la vida y juré que los culpables, o el culpable, me pagaría esta el último resquicio de felicidad que me hubieran robado.
Sentí la pena como una niña pequeña que le han robado su juguete más preciado, las cortinas dejaban que la luz se colara por sus rendijas, los claro oscuros serpentean sobre la alfombra, las voces que llegan desde el piso inferior distraen la frustración del momento, a duras penas distingo las palabras, pero el sonido me arrulla como una nana.
 
--Es difícil todo esto, necesita tiempo y paciencia, tenemos que ser muy cautos, no...... —y sus palabras se perdiendo entre los entresijos de la inconsciencia--.
 
Despierto con la respiración entrecortada, alguien me persigue no veo más que su sombra, grande, pesada, anónima, busco con frenesí la pistola, pero la cama es extraña, miro alrededor y caigo en la cuenta que sólo es un sueño, que la sombra sólo está en mi cabeza. 
 
La estancia vive en absoluta oscuridad, a tientas busco la lámpara y observó con claridad donde me encuentro, dejó caer toda la ropa sobre la alfombra, con paso decidido abro la puerta del baño, solo logró entrar dentro de un armario, perfectamente organizado, los modelos ordenados por categorías es el sueño de cualquier mujer, no deja de resultarme algo psicótico, pero a estas alturas, ¿Qué es raro y qué es normal?. 
Me decido por un bello vestido de satén en un negro profundo, necesitaba sentirme mujer y no un objeto al que se puede manipular, busco otra puerta con el deseo acertar esta vez.
El baño, al igual que el armario, tiene todo lo que puede necesitar una chica, el espejo me descubre una atractiva silueta, el rostro refleja los duros momentos que estaba viendo, nada que no tuviera arreglo con algo de maquillaje. 
 
El agua caliente me transporta el animo a momentos gratos y el perfume del jabón me evoca recuerdos que no recuerdo, pero son amables y alegres, el agua me recuerda las manos de un hombre y lo echo de menos en esos instantes.
Me gusta lo que veo en el espejo, el peinado, el maquillaje y el vestido cae sobre mis curvas como un guante, siento algo de frío, una pasmina será suficiente, me meso el pelo y me ajusto el vestido y eso me da el valor suficiente para traspasar la puerta y enfrentarme a la verdad o al menos eso espero.
 
Al pie de la escalera todos conversan, al notar mi presencia me observan bajar la escalera con cara de sorpresa y satisfacción.
--¡Elena!, has vuelto a dormir todo el día, estarás hambrienta, intentábamos decidir si despertarte o dejarte que tú lo hicieras.
--Os he ahorrado el trabajo, ya está bien de dormir y ahora que lo dices, tengo tanta hambre que comería cualquier cosa.
 
Unas risas corean mis palabras, pero la mirada de Bruno se me clava como un cuchillo en la carne, yo lo creía muerto y supongo que alguna incomodidad le causaría que fuera yo la ejecutora del hecho, lo observo sin saber que buscar en su mirada.
Alejandro me ofrece el brazo y juntos nos dirijimos hacía el comedor, tan alucinante como el resto de las habitaciones, una araña de cristal impresionante, corona la larguísima mesa, su luz se deja reflejar en los rincones más recónditos de la estancia, resaltando los detalles que decoran aquel majestuoso comedor.
 
--Todo esto me parece impresionante y agradezco mucho lo que hacéis por mí. Necesito saber qué pasó contigo Bruno, no sé si sirve de algo decir que siento haberte matado o suena a ironía descabellada, --las risas acompañaron las palabras, aúnque yo me estaba quedando sin las mismas.
 
Bruno por primera vez abre la boca.
--Necesitábamos hacerte creer que estaba muerto para que el plan fluyera, aúnque comprendo que te sorprenda, tu golpe no fue una broma, casi consigues desnucarme, caí sin conocimiento, el contacto con el agua me espabiló un poco, pero unos buzos me vigilaban por si no recobraba el conocimiento, pero lo pase muy mal.
--Entonces lo del policía, ¿Todo un teatro?, ya resultaba algo raro el poli.

--Si, se le fue la olla un poco, pero tú no se lo pusiste fácil, olvidemos éste tema.
-- ¿Puedo pedirte perdón por todo?, no era nada personal.
--Lo sé, todo está olvidado, lo considero complicaciones que surgen en el trabajo, dijo—con una amplia sonrisa como si nada hubiera pasado.
--Muchas gracias, por no tenerlo en cuenta, --estaba viviendo una situación que no sabía si creerla por irreal--.
Bruno se levanta y dirigiéndose a mi, me coge la mano y acariciandola con sus labios me la besa amablemente.
Me noto extraña e inmensamente inquieta, necesito tiempo y no sé si lo tengo.
--Bueno Alejandro todo eso de la hermandad, ¿Lo dijiste sólo para que me quedara?, --y lo miro buscando la verdad en sus ojos--.
 
Continuará...

viernes, 14 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 28)

--¡Manuel!, --dije sorprendida por la confusa situación.
Manuel sentado junto a mi cama me miraba insistentemente. 
Confundida por el momento, intento reconocer el lugar donde me encuentro, todavía inmersa en las telarañas del sueño.
--¡Qué pasa, nos ha descubierto la abuela!, ¡corre escapa por la ventana! ¡yo los distraeré!.
 
Corro sin mucho acierto intentando sopesar la situación, en mi huida sin sentido intentó cruzar al baño pero las engañosas sombras de una habitación en penumbra, me hace tomar una decisión errónea, los mentirosos claro oscuros me atraen hacia una claridad engañosa, la puerta se refleja al lado de la real y sintiéndome atraída por la irreal, intento atravesar la pared creyendo que es la verdadera, y me golpeo con fuerza en la cabeza, caigo de espalda sin control y vuelvo a golpearme con el suelo, la realidad se me diluye y entro en el mundo de las sombras.
 
Chasqueo la lengua contra el paladar, intentando generar saliva para que me permita expresarme, mis párpados se elevan lentamente, me encojo como un erizo, ojos extraños me observan en ese momento, solo reconozco a Manuel, que me mira con gesto de extrañeza, como si no supiera lo que está pasando, le agarro el brazo con fuerza y apenas sin poder a pronunciar palabra, me hago entender para que me consiga un sorbo de agua. 
--¿Elena que te pasa?.
Una voz suave, acaricia mis sentidos.
--¿Elena que te ha pasado, no recuerdas donde estás?.
Intentó pensar y poco a poco los recuerdos de la noche anterior acuden con claridad.
--¿Qué me ha pasado?,--pregunto intentando poner los recuerdos en orden.
--Manuel estaba en tu habitación, estaba algo preocupado porque no te despertabas y se fue ha velar tu sueño.
--¿Pero cuánto he dormido? ¿Qué hora es?.
--Has dormido todo el día de ayer,--dijo Alejandro con voz suave y una gran sonrisa en los labios--.
--Me quieres decir que he perdido un día entero,--dije, notablemente sorprendida--.
Manuel se acerca a mí con los ojos llenos de lágrimas.
--Me has asustado no te despertabas, me senté allí, necesitaba que volvieras de tu sueño, pero te despertaste y lo confundiste todo y te golpeaste con la pared al confundir el reflejo de la puerta, has estado inconsciente unos minutos y nos has dado un susto de muerte.
 
Me incorporo con suavidad y algo más centrada, miro a mi alrededor y pienso en que tengo que dejar la seguridad de ese maravilloso sitio y seguir la huida hasta encontrar un lugar seguro y que no ponga en peligro a inocentes.
--Alejandro, agradezco tu hospitalidad y la amabilidad de todos, pero tenemos que seguir el viaje Manuel y yo, no podemos poneros en peligro.
Pierdo el color en la cara y el corazón creo que se me para, es Bruno o su hermano gemelo, allí está mirándome, sonriente, tan vivo como cualquiera de nosotros.
--No me mataste y si soy Bruno,--me dice como si fuera lo más natural del mundo--.
Balbuceo sin saber qué decir, y la confusión se apodera de mí de tal manera que la habitación me da vueltas, pero como no hay dos sin tres la noticia que queda es lo impensable.
--Bien Elena, todo te será explicado y tú no vas a ninguna parte, está es tu casa y yo te lo explicaré todo.
 
Lo miró incrédula, aturdida, confundida como si aquello no pudiera estar pasando, y por fin llega lo que no podía imaginarme y cae como una bomba atómica. Alejandro me coge suavemente el rostro y me dice, --No vas a ninguna parte porque está es tu casa y tú mi hermana, te lo explicaré todo con tranquilidad y lo comprenderás, me ha llevado medía vida encontrarte y te quedas aquí.
Todo gira a mi alrededor, siento la angustia en el estómago y rompo en un llanto interminable.
 
Continuará...

viernes, 7 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 27)

El hombre perfectamente uniformado nos abre la puerta del coche y al enterrar los zapatos en aquel espeso césped frente a la impresionante mansión, me sentí transportada a la Inglaterra Victoriana en pleno siglo XXVIII, un auténtico Lord salió a recibirme, alto, rubio, delgado, pero tras el lujoso atuendo se adivinaba un cuerpo musculoso y bien formado, su voz, sus perfectos modales, te invitaban a confiar en él, me tendió la mano con gentileza, besando la mía con perfecta educación británica.
 
La calidez de su piel, cambió mi estado de ánimo rotundamente, estaba relajada y la sonrisa se dibujó en mi rostro.
--Agradezco mucho que nos acoja en estas circunstancias,--le dije mirándolo a los ojos--.
--Un deber señorita Elena.
 
Y su voz sonó sin acento de ningún tipo, su mirada me acarició  el ánimo, me sentía estenuada, pero quería seguir disfrutando de su compañía, ¿Estaban revoloteando mariposas en el aire?, que eran aquellas tonterías, no había duda que necesitaba descansar, me fijé en Manuel y vi en su rostro la urgencia de retirarnos a dormir, y aquel caballero volvió a estar a la altura, descifró mi lenguaje corporal.
--Elena, ¿Puedo llamarte Elena, verdad?.
--Como puedes dudarlo, después de tantos quebraderos de cabeza y esta acogida, puedes decirme lo que quieras.
--Esto no es nada, mi nombre es Alejandro, Watson Edgar, era papá y por desgracia hace años que nos abandonó, pero su presencia impregna cada rincón de la mansión, fue un gran hombre y estamos muy orgullosos de él.
La punta de sus dedos me rozaron el hombro y una descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo, me ruboricé como una adolescente cogida en falta.
--¿Estás bien Elena?.
--Si, por supuesto,--dije algo azorada--.
--Ahora mismo os llevarán a vuestras habitaciones y os subirán una cena fría por si tenéis hambre.
--Gracias, necesitamos descansar hemos pasado momentos muy duros, sobre todo Manuel.
--Hasta mañana Elena, buenas noches Manuel, que descanséis. Estáis en vuestra casa.
--Buenas noches, gracias por todo.
 
Encaramos la escalera de mármol rojo, que era impresionante, precediendo al mayordomo, caminamos por un pasillo interminable y por fin, se detuvo en una puerta, prendió la luz y el escenario era irreal parecía sacado de una película de siglo XVIII, el tiempo se había detenido en aquellas acogedoras estancias.
--La habitación de Manuel es la contigüa y están comunicadas, así se sentirán más acompañados, enseguida les subo la cena.
--Gracias, soís todos muy amables.
La puerta se cerró y Manuel asomó la cabeza por las puerta que comunicaban las habitaciones.
--Elena, esto es precioso, vamos a dormir como en las películas.
--Me alegro de que estés tan contento, todo saldrá bien, voy a ducharme, ¿Tienes hambre?.
--Me comería un dinosaurio.
--Te creo, espera aquí, voy a ducharme mientras suben la cena. 
 
El agua tibia me recorrió el cuerpo y la vida pareció acudir a mi organismo, cerré los ojos y me abandoné a las placenteras sensaciones, recordé el tacto de la punta de sus dedos sobre mi hombro y el bello se me erizó como una gata, es increíble el poder hipnótico  que estaba ejerciendo éste hombre sobre mí y una picarona sonrisa acudió a mis labios, dejé correr el agua y disfruté de su poder terapéutico, la voz de Manuel me sacó de la ensoñación bruscamente.
--Voy,--dije muy a mi pesar--.
 
Después de disfrutar de la comida, nos despedimos hasta la mañana siguiente, entre aquellas sábanas el sueño me invadió sin poderme resistir y sin querer entré en el país de la inconsciencia donde el pensamiento vuelan libres sin barreras, ni trabas.
Unos nudillos golpearon la puerta y sin previa espera, la silueta de Alejandro se dibujó en la penumbra, no habló, avanzó sin piedad, sus labios franquearon la barrera inexpugnable de mi resistencia, arqueé el cuerpo en un espasmo de aceptación, transportándome a un lugar donde sólo importaba el deseo.
--Manuel que haces sentado mirándome como duermo, ¿Pasa algo malo?, ¿La abuela nos ha descubierto?, y la pregunta se convirtió en un grito.      
 
Continuará...

martes, 4 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 26)

Las pupilas adaptadas a la oscuridad reinante descubrieron un segundo tripulante en la embarcación, sin mediar palabra, tira de mi cuello con una violencia impropia de unos rescatadores, mi cuerpo se tensa e intentó defenderme, con rudeza me mantiene inmovilizada, Manuel reacciona intentando defenderme, aquel rudo individuo lo lanza contra el costado de la embarcación,respondo con violencia a ese inesperado ataque y pienso, que finalmente Manuel y yo estamos perdidos, los largos dedos de la abuela por fin nos han alcanzado, un ahogo me invade el pecho impidiéndome respirar con normalidad pero voy a morir matando y en un giro inesperado me zafo de aquellas toscas y fuertes manos, corro hacia Manuel intentando auxiliarle.
 
--¿Manuel estás bien?,--dije en un grito ahogado--.
--Si, no te preocupes, no me he hecho nada.
--Si vais a matarme hacedlo ya, pero dejad al chico, el viene obligado.
Una voz surge en medio de aquel caos, poniendo cordura a la situación.
--Señorita, perdone la rudeza.
Lo miro con sorpresa y sin entender nada.
--José, no se sabe comportarse, sólo pretendemos buscar en chip.
--¿Qué chip?,--preguntó sorprendida--.
--Necesitamos quitarle el chip, por las informaciones que tenemos tiene que tenerlo en el hombro derecho, mi salvaje compañero intentaba localizarlo para quitarlo y destruirlo, pero necesita aprender modales y me muestra la máquina lectora de chip, en ese momento me siento como un perro.
--Tenemos que darnos prisa, estamos perdiendo tiempo y no lo tenemos.
Siento una punzada en el hombro, seguida de una quemazón.
--Póngase esto, enseguida dejará de sangrar, es una herida superficial, nos marchamos, vamos muy retrasados.
A lo lejos escuchamos el ruido de un motor a todo gas, pulveriza el chip bajo su zapato y lo lanza al mar.
--Esto les dificultará la búsqueda pero nada más, solo nos da un pequeño margen.
 Seguimos recorriendo la costa en la más absoluta oscuridad, nuestra guía la línea iluminada de las poblaciones que vamos dejando atrás, por fin recalamos en una pequeña playa de la Línea de la Concepción en una cala casi oculta a la vista, saltamos de la embarcación y una voz que sale de entre las sombras, grita.
--Let go, Let go.
Seguimos a aquella palabras que nos reclaman en una oscuridad absoluta, la luna agonizante nos secuestra su luz y eso nos beneficia y nos perjudica, a tientas encontramos oculta tras una frondosa arboleda, y casi salida de la nada, aparece una pista de tierra y un pequeño avión. 
Un hombre muy alto con un marcado acento americano nos anuncia.
--¡Vamos!, partimos en unos segundos.
 
Antes de darnos cuenta, las luces se vuelven diminutas sobre la tierra y la negra noche nos rodea envolviéndonos en su anonimato, las pequeñas balizas de señalización del avión, son nuestra única huella en este mundo, el monótono sonido del motor nos induce al sueño, me siento muy cansada pero la incertidumbre me mantiene alerta y aunque mis párpados se empeñan en cerrarse, apenas si les permito entornarse, miro a mi alrededor y la presencia de Manuel me tranquiliza, duerme plácidamente, al final solo es un chaval y como tal actúa, aunque su madurez es digna de elogio, el ruido blanco que precede a una transmisión de radio me pone algo nerviosa y el corazón me late con fuerza, la radio confirma la llegada, estoy en manos de personas que no conozco, nuestras vidas depende de extraños y solo queda confiar o morir, quién sabe.
 
Noto el descenso en el estomago, cierro los ojos como siempre para controlar el vértigo y las ruedas tocan tierra y recorren la pista sin dificultades, un coche nos espera a pie de pista, el avión  apenas nos suelta en tierra, alza el vuelo y desaparece en el manto negro.
--Buenas noches, sean bienvenidos a la mansión Watson Edgar, entren en el coche por favor, el señor los espera, aquel hombre perfectamente uniformado, nos abre las puertas y nos da acceso a un precioso y clásico Jaguar.
 
Mi cabeza hierve de curiosidad, Manuel y yo no hemos cruzado una sola palabra en todo el viaje, nuestras miradas vuelven a chocar pero las palabras siguen presas en nuestras gargantas, creo que estamos asustados pero no vamos a reconocerlo.
 
Continuará...