Necesitaba pensar, centrarme, demasiada información de un golpe. Me
sentía, confundida, feliz, enfadada, triste y sobretodo una fuerte
sensación de pérdida, ¿Qué me habían robado?, la angustia se prendió de
la garganta y las lágrimas acudieron raúdas, lloré a gritos, grité y
grité por lo perdido, por lo no vivido.
Me habían robado la
vida y juré que los culpables, o el culpable, me pagaría esta el último
resquicio de felicidad que me hubieran robado.
Sentí la pena
como una niña pequeña que le han robado su juguete más preciado, las
cortinas dejaban que la luz se colara por sus rendijas, los claro
oscuros serpentean sobre la alfombra, las voces que llegan desde el piso
inferior distraen la frustración del momento, a duras penas distingo
las palabras, pero el sonido me arrulla como una nana.
--Es
difícil todo esto, necesita tiempo y paciencia, tenemos que ser muy
cautos, no...... —y sus palabras se perdiendo entre los entresijos de la
inconsciencia--.
Despierto con la respiración entrecortada,
alguien me persigue no veo más que su sombra, grande, pesada, anónima,
busco con frenesí la pistola, pero la cama es extraña, miro alrededor y
caigo en la cuenta que sólo es un sueño, que la sombra sólo está en mi
cabeza.
La estancia vive en absoluta oscuridad, a tientas
busco la lámpara y observó con claridad donde me encuentro, dejó caer
toda la ropa sobre la alfombra, con paso decidido abro la puerta del
baño, solo logró entrar dentro de un armario, perfectamente organizado,
los modelos ordenados por categorías es el sueño de cualquier mujer, no
deja de resultarme algo psicótico, pero a estas alturas, ¿Qué es raro y
qué es normal?.
Me decido por un bello vestido de satén en un negro profundo, necesitaba sentirme mujer y no un objeto al que se puede manipular, busco otra puerta con el deseo acertar esta vez.
El
baño, al igual que el armario, tiene todo lo que puede necesitar una
chica, el espejo me descubre una atractiva silueta, el rostro refleja
los duros momentos que estaba viendo, nada que no tuviera arreglo con
algo de maquillaje.
El agua caliente me transporta el animo a
momentos gratos y el perfume del jabón me evoca recuerdos que no
recuerdo, pero son amables y alegres, el agua me recuerda las manos de
un hombre y lo echo de menos en esos instantes.
Me gusta lo
que veo en el espejo, el peinado, el maquillaje y el vestido cae sobre
mis curvas como un guante, siento algo de frío, una pasmina será
suficiente, me meso el pelo y me ajusto el vestido y eso me da el valor
suficiente para traspasar la puerta y enfrentarme a la verdad o al menos
eso espero.
Al pie de la escalera todos conversan, al notar mi presencia me observan bajar la escalera con cara de sorpresa y satisfacción.
--¡Elena!,
has vuelto a dormir todo el día, estarás hambrienta, intentábamos
decidir si despertarte o dejarte que tú lo hicieras.
--Os he ahorrado el trabajo, ya está bien de dormir y ahora que lo dices, tengo tanta hambre que comería cualquier cosa.
Unas
risas corean mis palabras, pero la mirada de Bruno se me clava como un
cuchillo en la carne, yo lo creía muerto y supongo que alguna
incomodidad le causaría que fuera yo la ejecutora del hecho, lo observo
sin saber que buscar en su mirada.
Alejandro me ofrece el
brazo y juntos nos dirijimos hacía el comedor, tan alucinante como el
resto de las habitaciones, una araña de cristal impresionante, corona la
larguísima mesa, su luz se deja reflejar en los rincones más recónditos
de la estancia, resaltando los detalles que decoran aquel majestuoso
comedor.
--Todo esto me parece impresionante y agradezco mucho
lo que hacéis por mí. Necesito saber qué pasó contigo Bruno, no sé si
sirve de algo decir que siento haberte matado o suena a ironía
descabellada, --las risas acompañaron las palabras, aúnque yo me estaba
quedando sin las mismas.
Bruno por primera vez abre la boca.
--Necesitábamos
hacerte creer que estaba muerto para que el plan fluyera, aúnque
comprendo que te sorprenda, tu golpe no fue una broma, casi consigues
desnucarme, caí sin conocimiento, el contacto con el agua me espabiló un
poco, pero unos buzos me vigilaban por si no recobraba el conocimiento,
pero lo pase muy mal.
--Entonces lo del policía, ¿Todo un teatro?, ya resultaba algo raro el poli.
--Si, se le fue la olla un poco, pero tú no se lo pusiste fácil, olvidemos éste tema.
-- ¿Puedo pedirte perdón por todo?, no era nada personal.
--Lo
sé, todo está olvidado, lo considero complicaciones que surgen en el
trabajo, dijo—con una amplia sonrisa como si nada hubiera pasado.
--Muchas gracias, por no tenerlo en cuenta, --estaba viviendo una situación que no sabía si creerla por irreal--.
Bruno se levanta y dirigiéndose a mi, me coge la mano y acariciandola con sus labios me la besa amablemente.
Me noto extraña e inmensamente inquieta, necesito tiempo y no sé si lo tengo.
--Bueno Alejandro todo eso de la hermandad, ¿Lo dijiste sólo para que me quedara?, --y lo miro buscando la verdad en sus ojos--.
Continuará...