domingo, 25 de diciembre de 2016

¿Están aquí?. Nanorobots o seres antropomorfos

¡¡¡NOTICIAS!!!

25 de Diciembre de 2016.

Las esferas metálicas aparecidas en algunos puntos de la geografía mundial nos hace preguntarnos si realmente estamos manejados por seres que se hacen pasar por personas de nuestra misma raza. ¿Intentan un "caballo de Troya"?. Unas de las técnicas de guerra más antiguas que se conocen. Sólo así, seríamos capaces de entender algunas de las decisiones que se toman a nivel mundial, hundiendo literalmente países en la miseria, conscientes del daño que se esta causando.
¿Quizás esas esferas metálicas son la avanzadilla de otras culturas?, mientras que los verdaderos invasores se mantienen alerta esperando nuestra propia autodestrución, esperan agazapados a que nosotros mismos hagamos el trabajo y ellos solo tendrán que entrar como recolepctores de todos lo beneficios. Reflexionemos seriamente sobre la cuestión.
Un nuevo avistamiento de esferas se ha producido en Calatorao una población Zaragozana, este pueblo es conocido por sus canteras de piedra. En unos de los grandes cortes que se hacen para ir reduciendo el tamaño de la piedra, la cuchilla saltó literalmente rota por la mitad. Los canteros acudieron rápidamente ante el grave suceso, que por suerte se salvo sin ningún herido, ya que salío despedida en dos trozos, que se inscrustaron en la paredes de la nave donde trabajaban.
Al comprobar que había producido semejante destrozo, tres esferas cilíndricas, emergieron de la piedra sin ninguna dificultad como si estuvieran en el interior de un bloque de mantequilla, sobrevolaron las cabezas de los canteros un par de veces, dejándolos estupefactos ante el suceso. Se mantuvieron paradas durante unas décimas de segundos, emprendiendo el vuelo a una velocidad dificil de definir. Los canteros aún consternados por el hecho, no saben como explicarlo.
¿Debemos todos reflexionar sobre una invasión de nanorobots o quedarnos expectantes mientras unos extraños hacen de las suyas sin pedir permiso?. Esto ha sido todo desde la redacción de la caja de luciferos. Nosotros, sí estaremos alerta ante cualquier movimiento anómalo.  

viernes, 16 de diciembre de 2016

Los trajes talares ocultaban lo inexplicable

¡Noticia!
16 de Diciembre de 2016

Rouen, conocida como la ciudad de los cien campanarios, ha sido testigo de un suceso insólito, una pareja que paseaba por lo alrededores de la abadía de Saint-Queen disfrutando del descanso dominical, vio salir por la puerta principal de dicha abadía a tres monjes ataviados al uso, no pudieron evitar fijarse en como una mujer de unos veinticinco años de edad era conducida aparentemente a la fuerza por los supuestos monjes, al percatarse la joven de la presencia de los dos transeúntes intentó llamar a la atención de los mismos, la pareja corrió hacia ellos para intentar auxiliar a la presunta secuestrada.
La chica tiró de la capucha para descubrir la identidad de dichos individuos, los cuales al parecer usaban los trajes como disfraces para una actuación delictiva. 


El descubrimiento dejó estupefacta a la pareja, su piel era grisácea y algo brillante, sus ojos negros y avellanados y al contactar con su piel desprendían un calor corporal intenso y no recuerdan como desaparecieron. La pareja está muy preocupada por el paradero de la desconocida a la cual pretendían ayudar, ya que al ponerlo en conocimiento de la policía, no han tomado en serio su relato. Ellos aseguran la veracidad de lo que presenciaron, afirman que volverán todos los días que puedan para buscar pistas que confirmen los hechos acaecidos. Una vez más nos mantendremos al tanto de nuevos acontecimientos. La redacción de la caja de lucíferos.



lunes, 12 de diciembre de 2016

Las lombrices atacan los huertos

¡Noticia!

12 de diciembre de 2016

Lombrices de diez centímetros de largo atacan un huerto en Dos hermanas, Sevilla- España. Un lugareño cuando iba a recoger hortalizas de su huerto, dice haberse llevado el susto de su vida, notó una pequeña vibración bajo sus pies, pensó que podía ser un pequeño temblor de tierra, sin embargo contempló con estupor como unas lombrices de unos diez centímetros de largo abandonaban la seguridad del subsuelo y atacaban con una violencia inusitada sus hortalizas, desapareciendo en un segundo antes sus ojos, bichos y frutos. Corrió como alma que se lleva el diablo para contárselo a su familia, la cual, pensó que había pasado por el bar antes de llegar a casa y se encontraba totalmente beódo, el hombre tuvo que ser atendido de urgencias debido a su extremado estado de excitación. Su familia y amigos siguen sin creer una palabra, pero el sigue hablando de unas lombrices carnívoras gigantescas, a todo el que lo quiera escuchar, cierto es que su huerto a desaparecido como por ensalmo.
Una vez más y como es nuestra obligación, nos mantendremos muy pendientes del tema informándoles puntualmente. La redacción de la caja de luciferos.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Terror en Sicilia

 Encuentros inesperados

6 de Diciembre de 2016

-TERROR EN SICILIA-

Desde Acate – Sicilia, situada en el valle del Dirillo, ciudad que destaca por la tranquilidad que casi la ancla en ese pasado lleno de descubrimientos arqueológicos. A trece kilómetros de Acate, se encuentra la ciudad marítima de Macconi que lleva ese nombre por sus características dunas arenosas. De nuevo nos llega una noticia muchas veces contada de muy diversas maneras y ubicadas en diferentes parajes y países, pero no por ello menos escalofriante para los protagonistas de las mismas.


En esta ocasión una parejita buscando intimidad, se alegaron de la ciudad, internándose en un boscoso paraje situado a medio camino entre Acate y Macconi, un ruido de ramas agitadas cerca del vehículo en el que se hallaban, los puso en alerta, pensando que podía ser algún tipo de animal que se acercara, cerraron las ventanillas, en ese instante una luz cegadora los envolvió, el coche comenzó a agitarse violentamente, aterrorizados y por pura suerte salieron del bosque sin chocar contra el tronco de un árbol ya que aquella luz los perseguía agitando la estructura del vehículo como si fuera una hoja de papel empujada por el viento, ya en la carretera fueron perseguidos por esa intensa luminaria durante algunos kilómetros, desapareciendo bruscamente.



La pareja de enamorados no paró hasta verse amparados por la seguridad de las luces de la ciudad, sin embargo comprobaron con estupor como el techo del vehículo lucía unas quemaduras como si alguien les hubiera quemado el techo con un soplete, puesto en conocimiento de las autoridades nadie sabe darle una explicación plausible a los hechos, esto ha sido todo desde la redacción de la caja de luciferos.

martes, 29 de noviembre de 2016

Final de las largas noches de Elena

--¿Es mentira todo lo que me ha contado? — dije con la ingenuidad de una niña, con un nudo en la garganta, al borde del llanto--. Es que mi vida es como un vodevil terrorífico de mentiras y enigmas.
Te creo, a medida que la historia avanzaba su gestualización se volvió agresiva, creo que me contaba la verdad pero su piel huele a odio. --Elena, ayer escuché accidentalmente una conversación telefónica de Alejandro, al principio no sabía con quién hablaba, pero me escondí para escuchar y descubrí para mí sorpresa que hablaba con la abuela, lo que te ha contado, es verdad, pero todo es una trampa. La abuela quiere recuperarte, pero él tiene un proyecto mucho más ambicioso, quiere mataros a la abuela y a ti, desea hacerse con el control de la organización, tenemos que pensar en un plan, sino perderemos la vida, Alejandro no nos permitirá vivir, desea un nuevo comienzo, con sus reglas y eso pasa por eliminar a la abuela. 
--Tengo que reconocer que siempre ha habido algo que me hacía sentirme intranquila, pero deseaba tanto creerle, comenzar una nueva vida, pero una de verdad.
Alejandro irrumpe en la estancia, sobresaltados, lo miramos con cierto espanto en nuestra expresión.
--¡Y esas caras! ¿Tramáis algún plan oculto?—dijo con una sonrisa impuesta y una carga de desconfianza en sus palabras--.
--Por supuesto, pero no podemos compartirlo con nadie, es nuestro secreto, el plan no saldrá si lo vamos contando, la sorpresa es nuestra mejor aliada, hermano.
Me acerqué lentamente hacia él y cogiendo su cara entre mis manos, lo besé despacio, saboreando el único beso que le había dado a un miembro de mi propia familia, se alejó sonriendo convencido de la inocencia del encuentro, apenas se había alejado unos pasos, le espeté.
--Hermano, ¿Te importa que Manuel y yo demos un paseo por la finca?. El paisaje es tan bello y el sol brilla con tanta fuerza, será relajante y podremos conocer los alrededores.
--¡Claro!, hace un día magnífico, aprovechadlo, yo os acompañaría pero tengo cosas que hacer y no puedo aplazarlas.
--No te preocupes, Manuel y yo lo disfrutaremos por tí.
Nos alejamos, sin prisa, riéndonos como si nos gastáramos bromas despreocupadamente, no quise mirar atrás, pero note sus pupilas clavadas en la espalda.
--¿Cuándo crees que tienen planeado entregarnos?, eso no lo escuché, pero estoy seguro que no tenemos mucho tiempo.
--Yo también estoy segura, no sé qué hacer, echemos un vistazo, tenemos que trazar un plan.
--En el sótano, al lado de donde está la bodega, hay una habitación oculta que descubrí por pura casualidad.
--¿Has estado curioseando por la casa?—dije aliviada de que lo hubiera hecho--.
--Nadie se fijaba en mí y he podido recorrerlo todo con total tranquilidad, parecía que era invisible y cuando no lo parecía yo me ocultaba por mi cuenta.
--¡Manuel eres increíble! —cogiéndolo por los hombros lo apreté contra mi--.

--En ese lugar hay explosivos suficientes para volar la mansión y los alrededores.
--¿Cómo? ¡No me lo puedo creer! ¡Eres el mejor! —dije totalmente perpleja por la astucia de un chico tan joven--.
--¡Hay más! ¿Has visto el edificio que está situado apenas a unos metros del edificio principal?.
--Si --dije expectante--.
--Es un garaje y hay al menos quince coches a cual mejor, y todos tiene las llaves puestas.
--Bien, yo volveré a la casa y me aseguraré de tener vigilado a Alejandro, tengo el móvil en el bolsillo, cuando las cargas estén colocadas avísame, no te lo cogeré, sólo me vibrará, vete a la parte norte junto a la puerta, verás llegar el coche de la abuela avísame, márchate yo te alcanzaré en cuanto pueda, mantén el móvil con cobertura.
Todo fue muy rápido y como en una pesadilla, hice lo que tenía que hacer. El móvil vibró por segunda vez, la eficacia de Manuel se volvería legendaria, era hábil, disciplinado, inteligente, un verdadero superviviente.
Me escabullí con habilidad, apenas tenía unos minutos, volaría con ellos por los aires si me surgía el menor inconveniente. 

Ví como el coche de la abuela salvaba los puestos de seguridad, aceleré el paso, pero tenía que verla pasar y aunque sé que era imposible, noté sus felinas pupilas clavadas en mí como dagas afiladas, le dí la señal a Manuel cuando Alejandro salió a recibirla, corrí como si me persiguiera el diablo y escuché la primera explosión, la segunda y como todas las cargas explotaron por simpatía, una gran bola de fuego y humo ennegreció el soleado día, volviéndolo oscuro y sombrío, sé que no es posible pero en mis oídos resonó el grito de la abuela, amenazando mi vida, corrí hacia Manuel, lo abracé con fuerza y lo miré sin decir palabra, nos alejamos en silencio entre la arboleda de un bosque cercano y las sirenas acompañaron nuestra huida.

FIN

viernes, 11 de noviembre de 2016

Las largas noches de Elena (penúltimo capítulo)

Alguien habla usando una jerga difícil de entender, pero la comprendo perfectamente.
--¡La paloma ha volado!.
--¡No digas tonterías! ¡Compruébalo, tiene que estar en la casa!
--Tranquilo, la tengo aquí conmigo, está algo nerviosa pero en perfecto estado.
--Suéltame, y vete a la mierda, suelta a Manuel y no te acerques más a nosotros.
--Discúlpeme,--dijo, esbozando una sonrisa morbosa--.
Me sacudí violentamente para soltarme de aquella garra de oso.
Alejandro entra en escena doblando la esquina a toda velocidad.
--¡Elena! ¿Estás bien?,--dijo, con voz consternada--.
--¡De puro milagro! –dije, casi gritando y visiblemente enojada--.
--Vuelve a tu puesto y comunícame cualquier incidencia por pequeño que te parezca.
Se retira de inmediato mientras, yo me preocupo por el estado en el que se encuentra Manuel.
--Entremos y te explico lo que ha pasado. Es un problema con los perros de la finca de al lado, viene de antiguo, pero hoy tengo las consignas al máximo, por razones obvias, toda precaución es poca.
 
--¿Conoces a la abuela? –pregunté de manera ingenua—él me sonrió pidiendo con su mirada una tregua.
Tomamos una copa mientras charlamos distendidamente de cosas insustanciales, poco a poco se fueron retirando y por fin tuvimos nuestro momento íntimo, tan temido y deseado. Manuel me dio las buenas noches acariciandome furtivamente la mano.
 
--Bien, Elena, --me dijo en voz baja--, esto se remonta a mi infancia, papá y mamá se conocieron en una misión en París, la abuela era al igual que ellos, un número más en la organización, fieles a sus ideas luchaban por unos ideales, pero el amor que sentían el uno por el otro les condicionaba en las misiones, cuando supieron que estaba embarazada de mí, papá la trajo aquí para que no corriera ningún peligro, rodeándola de seguridad, cuando la abuela se enteró, enloqueció, siempre mantuvo la esperanza de que papá acabara cansándose de mamá, papá conocía bien a la abuela y tomó toda clase de precauciones, pero la abuela era lista y retorcida.
 
 Cuando yo nací la abuela cambio de estrategia, se volvió sumisa y pareció que lo aceptaba todo por fin y que se había rendido, pero el fondo de su corazón se pudrió, fruto del odio, fraguó su venganza en silencio, esperando su momento pacientemente, la abuela se dedicó a fingir ser la mejor amiga de mamá y ella creyó en su amiga, todo transcurrió con normalidad durante un par de años, hasta que un segundo embarazo, cayó como una carga de profundidad, la abuela no pudo soportarlo más y puso en marcha una venganza retorcida y cruel, ayudó a mamá, siempre estaba con ella, pero papá, no quería perderla de vista, discutían porque papá siempre pidió a mamá que fuera precavida, pero creía que papá exageraba y que su miedo era excesivo y siempre la acogió con los brazos abiertos haciendo muchas cosas a escondidas.
 
Tú naciste, y mamá empezó a ponerse muy enferma y mientras papá cubría una misión, no le dio tiempo a llegar para despedirse y mamá murió, la abuela desapareció contigo y desde entonces te buscó, consagró su vida a ello y me hizo prometer en su lecho de muerte que yo no descansaría hasta encontrarte y eso pasó casi por casualidad, hace apenas seis meses, desde entonces he hecho todo lo posible y lo imposible, Manuel ha sido de gran ayuda, al ser tan joven pasaba más inadvertido y por fin te tengo aquí y no podría ser más feliz.
 
--No sé qué decirte, me siento atropellada por todo lo que estoy viviendo, necesito tiempo, supongo que lo entiendes.
--¡Por supuesto!, tomate el tiempo que necesites, estás en tu casa en el sentido más amplio de la palabra.
Lo miré a los ojos y vi odio, su lenguaje corporal había cambiado se le veía ansioso y una fiereza en la mirada que le costaba controlar, sintiéndome intimidada y muy confundida, lo que su boca expresaba, sus ojos lo desmentían.
--¿Aquella historia, era verdadera?.
Solo pensaba en volver a mi habitación y ordenar aquella surrealista situación, si tenía algún orden posible.
Aquellos ojos de lobo me observaban, intimidándome, me disculpo y abandono el salón, notando su mirada clavada en mí nuca, fui incapaz de volverme para comprobar la veracidad de mi sensación.

Manuel me esperaba envuelto en la oscuridad de mi habitación.
--Manuel, ¿qué haces a oscuras?.
--Tengo malas noticias, todo esto es un montaje, es una trampa, escuché una conversación, creo que hablaba con la abuela, pero esto es una trampa, tenemos que salir de aquí está misma noche.
Me quedé mirándolo pensativa.
 
Continuará...

viernes, 4 de noviembre de 2016

Las largas noches de Elena (capítulo 30)

--No, Elena, eso es una verdad absoluta, llevo desde que descubrí accidentalmente que tenía una hermana, buscándote, ¡Quería saber quién eras!, ¿Cómo eras?, ¿por qué, no te había visto nunca?.
Observé el interior de esos ojos profundamente azules y me avergoncé por haber creído sentir algo por esta persona, miré por la ventana y la oscuridad de la noche me devolvió la negrura de mi interior, volví a sentir una profunda confusión.
 
Los ladridos de los perros me devolvieron a la realidad, retumbaban en el silencio reinante, nos miramos unos a otros y Alejandro raúdo se acercó a la puerta para averiguar cuál era el motivo de semejante alboroto, un componente de la seguridad acudió presto a informar, había una incidencia en la seguridad, pero aún no estaban seguros de en qué parte de perímetro.
 
Alejandro me cogió del brazo y me condujo hacia el sótano.
--Elena hasta que solucionemos esto, quiero que te quedes en el búnker, Manuel y tú, una vez cerrado sólo tú podrás darnos paso desde dentro, puedes comunicarte conmigo por ese móvil que tienes sobre esa mesa, no os preocupéis de nada, nadie os podrá sacar de aquí si no queréis salir, es completamente seguro, no os inquietéis, la seguridad es de guardia pretoriana y hay de todo para resistir un año sin salir de aquí.
 
Lo miré sin angustia pero con un agradecimiento que hasta ahora no había sentido, la puerta se cerró y tras ese parapeto quedé aislada del mundo a la espera de noticias, comprendí a los náufragos sólos y a la deriva, Manuel se sentó y su mirada fue de incertidumbre, se encogió de hombros.
Permanecimos en silencio durante mucho tiempo, sin saber qué decir, por fin Manuel rasgó la situación con sus palabras.
--¿Qué te parece todo esto?.
--¡No lo sé!.
--Estoy confusa, ¿ y tú?.
--Esto es......no sé, ¿Salimos y averiguamos?. Nos han enseñado a desconfiar y no nos viene mal tener algún control sobre la situación.
--Reconozco que la resurrección de Bruno me tiene sobresaltada y tan sorprendida que no entiendo nada.
--Estoy preocupado, todo es tan extraño, pero yo solo quiero permanecer a tú lado y correr la misma suerte, me sentí feliz  desde la primera vez que te ví y lo que decidas será también mi decisión, te seguiré hasta la muerte.
--Lo único que me falta es que aparezca la señora Bartán y entonces es que ya me arranco la piel a tiras.
--¿Quién es la señora Bartán?.
--La señora Bartán, la maté accidentalmente, fue un daño colateral, por lo visto era íntima amiga de la abuela, se creó una situación increíble y todo se complicó hasta el punto que cuando quise darme cuenta, yacía entre mis brazos con el cuello roto, fue muy triste pero se volvió loca,  ya dudo de la veracidad de lo que he vivido, no distingo la realidad del montaje.
--Salgamos de aquí, evaluemos la situación.
--¡Elena, espera! ¿Qué opinas de Alejandro?.
--No lo sé, pero ahora un hermano, me gustaría saber que tiene que decirme, la explicación a toda esta locura.
--¿Puede ser una mentira?.
--¡Puede ser!, pero vamos a llegar al final de todo esto como sea, ¿Estás de acuerdo?.
--Salgamos con mucha precaución.
--¿Dónde tienes el arma?.
--Arriba en el dormitorio, no me pareció adecuado bajarla a la cena, pero no volveré a confiarme, te lo puedo a asegurar.
 
Avanzamos en silencio, intentando percibir en medio del silencio nocturno hasta el más mínimo sonido que nos preparará para lo que pudiera suceder, la madera del suelo crujía bajo nuestros pies y en la lejanía se escuchaban voces ininteligibles, al salir al pasillo una sombra nos inmovilizó, intento defenderme pero me resulta imposible, pienso en la peor de las situaciones y me siento traicionada, Manuel manotea intentando defenderse pero estamos vencidos y lo mejor es rendirse, al menos en ese momento, el ruido del intercomunicador nos deja paralizados.
 
Continuará...

jueves, 20 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte29)

Necesitaba pensar, centrarme, demasiada información de un golpe. Me sentía, confundida, feliz, enfadada, triste y sobretodo una fuerte sensación de pérdida, ¿Qué me habían robado?, la angustia se prendió de la garganta y las lágrimas acudieron raúdas, lloré a gritos, grité y grité por lo perdido, por lo no vivido.
 Me habían robado la vida y juré que los culpables, o el culpable, me pagaría esta el último resquicio de felicidad que me hubieran robado.
Sentí la pena como una niña pequeña que le han robado su juguete más preciado, las cortinas dejaban que la luz se colara por sus rendijas, los claro oscuros serpentean sobre la alfombra, las voces que llegan desde el piso inferior distraen la frustración del momento, a duras penas distingo las palabras, pero el sonido me arrulla como una nana.
 
--Es difícil todo esto, necesita tiempo y paciencia, tenemos que ser muy cautos, no...... —y sus palabras se perdiendo entre los entresijos de la inconsciencia--.
 
Despierto con la respiración entrecortada, alguien me persigue no veo más que su sombra, grande, pesada, anónima, busco con frenesí la pistola, pero la cama es extraña, miro alrededor y caigo en la cuenta que sólo es un sueño, que la sombra sólo está en mi cabeza. 
 
La estancia vive en absoluta oscuridad, a tientas busco la lámpara y observó con claridad donde me encuentro, dejó caer toda la ropa sobre la alfombra, con paso decidido abro la puerta del baño, solo logró entrar dentro de un armario, perfectamente organizado, los modelos ordenados por categorías es el sueño de cualquier mujer, no deja de resultarme algo psicótico, pero a estas alturas, ¿Qué es raro y qué es normal?. 
Me decido por un bello vestido de satén en un negro profundo, necesitaba sentirme mujer y no un objeto al que se puede manipular, busco otra puerta con el deseo acertar esta vez.
El baño, al igual que el armario, tiene todo lo que puede necesitar una chica, el espejo me descubre una atractiva silueta, el rostro refleja los duros momentos que estaba viendo, nada que no tuviera arreglo con algo de maquillaje. 
 
El agua caliente me transporta el animo a momentos gratos y el perfume del jabón me evoca recuerdos que no recuerdo, pero son amables y alegres, el agua me recuerda las manos de un hombre y lo echo de menos en esos instantes.
Me gusta lo que veo en el espejo, el peinado, el maquillaje y el vestido cae sobre mis curvas como un guante, siento algo de frío, una pasmina será suficiente, me meso el pelo y me ajusto el vestido y eso me da el valor suficiente para traspasar la puerta y enfrentarme a la verdad o al menos eso espero.
 
Al pie de la escalera todos conversan, al notar mi presencia me observan bajar la escalera con cara de sorpresa y satisfacción.
--¡Elena!, has vuelto a dormir todo el día, estarás hambrienta, intentábamos decidir si despertarte o dejarte que tú lo hicieras.
--Os he ahorrado el trabajo, ya está bien de dormir y ahora que lo dices, tengo tanta hambre que comería cualquier cosa.
 
Unas risas corean mis palabras, pero la mirada de Bruno se me clava como un cuchillo en la carne, yo lo creía muerto y supongo que alguna incomodidad le causaría que fuera yo la ejecutora del hecho, lo observo sin saber que buscar en su mirada.
Alejandro me ofrece el brazo y juntos nos dirijimos hacía el comedor, tan alucinante como el resto de las habitaciones, una araña de cristal impresionante, corona la larguísima mesa, su luz se deja reflejar en los rincones más recónditos de la estancia, resaltando los detalles que decoran aquel majestuoso comedor.
 
--Todo esto me parece impresionante y agradezco mucho lo que hacéis por mí. Necesito saber qué pasó contigo Bruno, no sé si sirve de algo decir que siento haberte matado o suena a ironía descabellada, --las risas acompañaron las palabras, aúnque yo me estaba quedando sin las mismas.
 
Bruno por primera vez abre la boca.
--Necesitábamos hacerte creer que estaba muerto para que el plan fluyera, aúnque comprendo que te sorprenda, tu golpe no fue una broma, casi consigues desnucarme, caí sin conocimiento, el contacto con el agua me espabiló un poco, pero unos buzos me vigilaban por si no recobraba el conocimiento, pero lo pase muy mal.
--Entonces lo del policía, ¿Todo un teatro?, ya resultaba algo raro el poli.

--Si, se le fue la olla un poco, pero tú no se lo pusiste fácil, olvidemos éste tema.
-- ¿Puedo pedirte perdón por todo?, no era nada personal.
--Lo sé, todo está olvidado, lo considero complicaciones que surgen en el trabajo, dijo—con una amplia sonrisa como si nada hubiera pasado.
--Muchas gracias, por no tenerlo en cuenta, --estaba viviendo una situación que no sabía si creerla por irreal--.
Bruno se levanta y dirigiéndose a mi, me coge la mano y acariciandola con sus labios me la besa amablemente.
Me noto extraña e inmensamente inquieta, necesito tiempo y no sé si lo tengo.
--Bueno Alejandro todo eso de la hermandad, ¿Lo dijiste sólo para que me quedara?, --y lo miro buscando la verdad en sus ojos--.
 
Continuará...

viernes, 14 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 28)

--¡Manuel!, --dije sorprendida por la confusa situación.
Manuel sentado junto a mi cama me miraba insistentemente. 
Confundida por el momento, intento reconocer el lugar donde me encuentro, todavía inmersa en las telarañas del sueño.
--¡Qué pasa, nos ha descubierto la abuela!, ¡corre escapa por la ventana! ¡yo los distraeré!.
 
Corro sin mucho acierto intentando sopesar la situación, en mi huida sin sentido intentó cruzar al baño pero las engañosas sombras de una habitación en penumbra, me hace tomar una decisión errónea, los mentirosos claro oscuros me atraen hacia una claridad engañosa, la puerta se refleja al lado de la real y sintiéndome atraída por la irreal, intento atravesar la pared creyendo que es la verdadera, y me golpeo con fuerza en la cabeza, caigo de espalda sin control y vuelvo a golpearme con el suelo, la realidad se me diluye y entro en el mundo de las sombras.
 
Chasqueo la lengua contra el paladar, intentando generar saliva para que me permita expresarme, mis párpados se elevan lentamente, me encojo como un erizo, ojos extraños me observan en ese momento, solo reconozco a Manuel, que me mira con gesto de extrañeza, como si no supiera lo que está pasando, le agarro el brazo con fuerza y apenas sin poder a pronunciar palabra, me hago entender para que me consiga un sorbo de agua. 
--¿Elena que te pasa?.
Una voz suave, acaricia mis sentidos.
--¿Elena que te ha pasado, no recuerdas donde estás?.
Intentó pensar y poco a poco los recuerdos de la noche anterior acuden con claridad.
--¿Qué me ha pasado?,--pregunto intentando poner los recuerdos en orden.
--Manuel estaba en tu habitación, estaba algo preocupado porque no te despertabas y se fue ha velar tu sueño.
--¿Pero cuánto he dormido? ¿Qué hora es?.
--Has dormido todo el día de ayer,--dijo Alejandro con voz suave y una gran sonrisa en los labios--.
--Me quieres decir que he perdido un día entero,--dije, notablemente sorprendida--.
Manuel se acerca a mí con los ojos llenos de lágrimas.
--Me has asustado no te despertabas, me senté allí, necesitaba que volvieras de tu sueño, pero te despertaste y lo confundiste todo y te golpeaste con la pared al confundir el reflejo de la puerta, has estado inconsciente unos minutos y nos has dado un susto de muerte.
 
Me incorporo con suavidad y algo más centrada, miro a mi alrededor y pienso en que tengo que dejar la seguridad de ese maravilloso sitio y seguir la huida hasta encontrar un lugar seguro y que no ponga en peligro a inocentes.
--Alejandro, agradezco tu hospitalidad y la amabilidad de todos, pero tenemos que seguir el viaje Manuel y yo, no podemos poneros en peligro.
Pierdo el color en la cara y el corazón creo que se me para, es Bruno o su hermano gemelo, allí está mirándome, sonriente, tan vivo como cualquiera de nosotros.
--No me mataste y si soy Bruno,--me dice como si fuera lo más natural del mundo--.
Balbuceo sin saber qué decir, y la confusión se apodera de mí de tal manera que la habitación me da vueltas, pero como no hay dos sin tres la noticia que queda es lo impensable.
--Bien Elena, todo te será explicado y tú no vas a ninguna parte, está es tu casa y yo te lo explicaré todo.
 
Lo miró incrédula, aturdida, confundida como si aquello no pudiera estar pasando, y por fin llega lo que no podía imaginarme y cae como una bomba atómica. Alejandro me coge suavemente el rostro y me dice, --No vas a ninguna parte porque está es tu casa y tú mi hermana, te lo explicaré todo con tranquilidad y lo comprenderás, me ha llevado medía vida encontrarte y te quedas aquí.
Todo gira a mi alrededor, siento la angustia en el estómago y rompo en un llanto interminable.
 
Continuará...

viernes, 7 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 27)

El hombre perfectamente uniformado nos abre la puerta del coche y al enterrar los zapatos en aquel espeso césped frente a la impresionante mansión, me sentí transportada a la Inglaterra Victoriana en pleno siglo XXVIII, un auténtico Lord salió a recibirme, alto, rubio, delgado, pero tras el lujoso atuendo se adivinaba un cuerpo musculoso y bien formado, su voz, sus perfectos modales, te invitaban a confiar en él, me tendió la mano con gentileza, besando la mía con perfecta educación británica.
 
La calidez de su piel, cambió mi estado de ánimo rotundamente, estaba relajada y la sonrisa se dibujó en mi rostro.
--Agradezco mucho que nos acoja en estas circunstancias,--le dije mirándolo a los ojos--.
--Un deber señorita Elena.
 
Y su voz sonó sin acento de ningún tipo, su mirada me acarició  el ánimo, me sentía estenuada, pero quería seguir disfrutando de su compañía, ¿Estaban revoloteando mariposas en el aire?, que eran aquellas tonterías, no había duda que necesitaba descansar, me fijé en Manuel y vi en su rostro la urgencia de retirarnos a dormir, y aquel caballero volvió a estar a la altura, descifró mi lenguaje corporal.
--Elena, ¿Puedo llamarte Elena, verdad?.
--Como puedes dudarlo, después de tantos quebraderos de cabeza y esta acogida, puedes decirme lo que quieras.
--Esto no es nada, mi nombre es Alejandro, Watson Edgar, era papá y por desgracia hace años que nos abandonó, pero su presencia impregna cada rincón de la mansión, fue un gran hombre y estamos muy orgullosos de él.
La punta de sus dedos me rozaron el hombro y una descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo, me ruboricé como una adolescente cogida en falta.
--¿Estás bien Elena?.
--Si, por supuesto,--dije algo azorada--.
--Ahora mismo os llevarán a vuestras habitaciones y os subirán una cena fría por si tenéis hambre.
--Gracias, necesitamos descansar hemos pasado momentos muy duros, sobre todo Manuel.
--Hasta mañana Elena, buenas noches Manuel, que descanséis. Estáis en vuestra casa.
--Buenas noches, gracias por todo.
 
Encaramos la escalera de mármol rojo, que era impresionante, precediendo al mayordomo, caminamos por un pasillo interminable y por fin, se detuvo en una puerta, prendió la luz y el escenario era irreal parecía sacado de una película de siglo XVIII, el tiempo se había detenido en aquellas acogedoras estancias.
--La habitación de Manuel es la contigüa y están comunicadas, así se sentirán más acompañados, enseguida les subo la cena.
--Gracias, soís todos muy amables.
La puerta se cerró y Manuel asomó la cabeza por las puerta que comunicaban las habitaciones.
--Elena, esto es precioso, vamos a dormir como en las películas.
--Me alegro de que estés tan contento, todo saldrá bien, voy a ducharme, ¿Tienes hambre?.
--Me comería un dinosaurio.
--Te creo, espera aquí, voy a ducharme mientras suben la cena. 
 
El agua tibia me recorrió el cuerpo y la vida pareció acudir a mi organismo, cerré los ojos y me abandoné a las placenteras sensaciones, recordé el tacto de la punta de sus dedos sobre mi hombro y el bello se me erizó como una gata, es increíble el poder hipnótico  que estaba ejerciendo éste hombre sobre mí y una picarona sonrisa acudió a mis labios, dejé correr el agua y disfruté de su poder terapéutico, la voz de Manuel me sacó de la ensoñación bruscamente.
--Voy,--dije muy a mi pesar--.
 
Después de disfrutar de la comida, nos despedimos hasta la mañana siguiente, entre aquellas sábanas el sueño me invadió sin poderme resistir y sin querer entré en el país de la inconsciencia donde el pensamiento vuelan libres sin barreras, ni trabas.
Unos nudillos golpearon la puerta y sin previa espera, la silueta de Alejandro se dibujó en la penumbra, no habló, avanzó sin piedad, sus labios franquearon la barrera inexpugnable de mi resistencia, arqueé el cuerpo en un espasmo de aceptación, transportándome a un lugar donde sólo importaba el deseo.
--Manuel que haces sentado mirándome como duermo, ¿Pasa algo malo?, ¿La abuela nos ha descubierto?, y la pregunta se convirtió en un grito.      
 
Continuará...

martes, 4 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 26)

Las pupilas adaptadas a la oscuridad reinante descubrieron un segundo tripulante en la embarcación, sin mediar palabra, tira de mi cuello con una violencia impropia de unos rescatadores, mi cuerpo se tensa e intentó defenderme, con rudeza me mantiene inmovilizada, Manuel reacciona intentando defenderme, aquel rudo individuo lo lanza contra el costado de la embarcación,respondo con violencia a ese inesperado ataque y pienso, que finalmente Manuel y yo estamos perdidos, los largos dedos de la abuela por fin nos han alcanzado, un ahogo me invade el pecho impidiéndome respirar con normalidad pero voy a morir matando y en un giro inesperado me zafo de aquellas toscas y fuertes manos, corro hacia Manuel intentando auxiliarle.
 
--¿Manuel estás bien?,--dije en un grito ahogado--.
--Si, no te preocupes, no me he hecho nada.
--Si vais a matarme hacedlo ya, pero dejad al chico, el viene obligado.
Una voz surge en medio de aquel caos, poniendo cordura a la situación.
--Señorita, perdone la rudeza.
Lo miro con sorpresa y sin entender nada.
--José, no se sabe comportarse, sólo pretendemos buscar en chip.
--¿Qué chip?,--preguntó sorprendida--.
--Necesitamos quitarle el chip, por las informaciones que tenemos tiene que tenerlo en el hombro derecho, mi salvaje compañero intentaba localizarlo para quitarlo y destruirlo, pero necesita aprender modales y me muestra la máquina lectora de chip, en ese momento me siento como un perro.
--Tenemos que darnos prisa, estamos perdiendo tiempo y no lo tenemos.
Siento una punzada en el hombro, seguida de una quemazón.
--Póngase esto, enseguida dejará de sangrar, es una herida superficial, nos marchamos, vamos muy retrasados.
A lo lejos escuchamos el ruido de un motor a todo gas, pulveriza el chip bajo su zapato y lo lanza al mar.
--Esto les dificultará la búsqueda pero nada más, solo nos da un pequeño margen.
 Seguimos recorriendo la costa en la más absoluta oscuridad, nuestra guía la línea iluminada de las poblaciones que vamos dejando atrás, por fin recalamos en una pequeña playa de la Línea de la Concepción en una cala casi oculta a la vista, saltamos de la embarcación y una voz que sale de entre las sombras, grita.
--Let go, Let go.
Seguimos a aquella palabras que nos reclaman en una oscuridad absoluta, la luna agonizante nos secuestra su luz y eso nos beneficia y nos perjudica, a tientas encontramos oculta tras una frondosa arboleda, y casi salida de la nada, aparece una pista de tierra y un pequeño avión. 
Un hombre muy alto con un marcado acento americano nos anuncia.
--¡Vamos!, partimos en unos segundos.
 
Antes de darnos cuenta, las luces se vuelven diminutas sobre la tierra y la negra noche nos rodea envolviéndonos en su anonimato, las pequeñas balizas de señalización del avión, son nuestra única huella en este mundo, el monótono sonido del motor nos induce al sueño, me siento muy cansada pero la incertidumbre me mantiene alerta y aunque mis párpados se empeñan en cerrarse, apenas si les permito entornarse, miro a mi alrededor y la presencia de Manuel me tranquiliza, duerme plácidamente, al final solo es un chaval y como tal actúa, aunque su madurez es digna de elogio, el ruido blanco que precede a una transmisión de radio me pone algo nerviosa y el corazón me late con fuerza, la radio confirma la llegada, estoy en manos de personas que no conozco, nuestras vidas depende de extraños y solo queda confiar o morir, quién sabe.
 
Noto el descenso en el estomago, cierro los ojos como siempre para controlar el vértigo y las ruedas tocan tierra y recorren la pista sin dificultades, un coche nos espera a pie de pista, el avión  apenas nos suelta en tierra, alza el vuelo y desaparece en el manto negro.
--Buenas noches, sean bienvenidos a la mansión Watson Edgar, entren en el coche por favor, el señor los espera, aquel hombre perfectamente uniformado, nos abre las puertas y nos da acceso a un precioso y clásico Jaguar.
 
Mi cabeza hierve de curiosidad, Manuel y yo no hemos cruzado una sola palabra en todo el viaje, nuestras miradas vuelven a chocar pero las palabras siguen presas en nuestras gargantas, creo que estamos asustados pero no vamos a reconocerlo.
 
Continuará...

lunes, 12 de septiembre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 25)

Voces y pasos apresurados, me frenan en seco, poco a poco se hacen más audibles y distingo claramente esa voz inconfundible que acompañó toda mi infancia y posterior adolescencia, tiemblo como una hoja a merced del viento, me aturrullo sin saber qué hacer, miró instintivamente hacia todos los lados, en esos momentos solo pienso en que indudablemente un adolescente tiene más sentido común que yo, y me dió un consejo adecuado y lo refrendan las palabras que soy capaz de distinguir con más claridad por momentos.
 
--¡Lo dije, me expresé con claridad!, su voz parecía poseída por una ira incontrolable.
Lo que pude oír segundos más tarde me dejó petrificada, el ruido seco de un tiro rompió la noche, acompañado un golpe sordo, el de un peso muerto al caer, inmediatamente esa voz autoritaria, sentencia de nuevo.
--¡Buscad, idiotas, buscad, o vuestro destino será el mismo!,--bufa como un animal salvaje y asevera.
--¡Es muy peligrosa, muy peligrosa!—y pone todo el énfasis que puede en sus palabras, su voz se vuelve ronca y ahogada--.
--La quiero viva, pero antes de que se escape no dudéis en matarla,--dice en un tono más bajo pero con convencimiento en sus palabras.
 
Salgo de mi improvisado escondite y corro hacia el único lugar que me ofrece la libertad, las lágrimas no me permiten distinguir con claridad el camino, sigo escuchando voces, carreras y golpes indiscriminados de cosas que caen al suelo con violencia, corriendo como si no hubiera un mañana salvo la distancia que me separa de mi supuesta libertad. 
Una mano sale de la nada agarrándome con fuerza, emito un gemido ahogado de terror sintiéndome atrapada, por unas décimas de segundo me creí muerta con un tiro en la cabeza y tirada como un trapo viejo y olvidado por nadie llorado, no tenía nadie en esta vida, me sentí triste y me resigné a el olvido, quizás no me merecía otra cosa, en ese momento de claudicación, una voz conocida me saca de mis lóbregas reflexiones.
 --¡Elena!.
--¡Manuel!,-- y mi voz sonó entrecortada--. ¡Tú nunca obedeces! ¡Bendita sea tu alma!.
--¡Vamos apúrate, la lancha nos espera!
 
Sin saber si me merecía aquello pero con el corazón  lleno de felicidad, navegaba hacia un nuevo destino. Vi alejarse la costa, las luces morían lentamente, abrigados por la oscuridad, el sonido de las aguas golpeando el casco marcaban el ritmo de la huída, sin luces que nos señalizará, la negrura de la noche nos engullía y el silencio roto por la violencia de las aguas, nos contaba una historia que no entendía.
 
Continuará...

sábado, 27 de agosto de 2016

Las largas noches de Elena (parte 24)

¡Manuel! ¡Manuel! ¿Eres tú? --dije ahogando la voz—.
Todavía impactada por la situación que estaba viviendo, llevé mis pasos lentamente hacia la puerta, desconfiando de la sinceridad del momento, apoyé la oreja en la puerta para comprobar que la voz era real.
 
--¿Manuel, eres tú?—dije para volver a comprobar que lo que estaba pasando era real y no fruto de un deseo de libertad.
--Elena, soy yo Manuel, escúchame, sé cómo salir de aquí, pero tienes que hacer lo que yo te diga.
Me costaba confiar en Manuel, aquello era tan inesperado, que ni siquiera sabía quién era yo.
Estaba recluida en una habitación, mi carcelera era una mujer que había llorado, cuando la creí muerta y para retorcer la situación hasta el máximo no era mi abuela, una organización me había robado o comprado, y yo no era yo, y la vida y los recuerdos que tenía apenas si eran recuerdos, se podía considerara trama argumental de una novela de espías en la que yo era la protagonista accidental.
 
Una voz ahogada me devolvió a este increíble instante de mi vida.
--Elena, sé que no te fías, pero ahora no tenemos tiempo, cuando salgamos de esta situación te explicaré todo lo que desees pero estamos en peligro, no somos más que números y prescindibles.
Tenía razón aquel muchacho, estaba claro que esta nueva generación, su sentido común era mucho mayor que el de la mía, la madurez era asombrosa.
Escuché un murmullo que se acercaba y el sentido de supervivencia se puso en marcha, corrí hacia la cama y fingí dormir, la cerradura hizo ruido al ser manipulada y la puerta se abrió, una voz grave dijo,
--¡El pájaro está en el nido, todo en orden!
volví a escuchar el sonido de la cerradura al cerrarse, apenas si podía controlar los latidos del corazón, seguí inmóvil esperando que todo volviera a calmarse, los pasos se alejaron y el silencio reino de nuevo.
--Elena –corrí de nuevo hacia la puerta—
--La ventana se puede abrir desde dentro, ábrela.
--Si quieres que me mate dilo, por aquí no hay quien baje, este acantilado es vertical y es de noche no se ve nada.
--Escúchame bien, en la parte izquierda a un metro tienes un arnés, toca con la mano hay una pequeña plataforma de apenas veinte centímetros, apenas si caben los pies, pero puedes conseguirlo, ponte el arnés y baja en línea recta unos diez metros, veras una luz, párate, yo te ayudaré, es una cueva de apenas metro y medio, reptando se llega hasta el sótano de esta casa, desde allí será fácil perdernos, hay distintos pasadizos que llevan a la playa.
 
Sin mediar palabra, comencé la operación evasión, ya con el arnés puesto, a duras penas pude cerrar la ventana para dificultar la búsqueda, una luz guió la bajada y metida en ese pequeño hueco, la cara de Manuel me subió el ánimo, nos apretamos las manos y a cuatro patas salvamos la distancia hasta aquel frío sótano escapado en la roca.
 
--Bien Elena, una lancha nos llevará a la costa de Gibraltar, allí, nos espera un avión que nos conducirá hasta un pequeño aeródromo a las afueras de Londres, es privado, nos ayudarán, les será difícil seguirnos el rastro, tendrémos que movernos rápido, pero creo que podrémos conseguirlo.
--Manuel, yo no me puedo ir, necesito saber quién es la que he considerado mi abuela durante toda mi vida.
--Elena, no es el momento, luego puedes hacer lo que quieras.
--Lo siento Manuel, valoro mucho lo que estás haciendo, pero no puedo irme.
--¡Elena!, no hagas tonterías.
 
Me volví dispuesta a volver y enfrentarme a mi abuela, parecía mentira que un adolescente tuviera más sentido común que un adulto, pero las lagunas que me habían acompañado durante toda la vida quería, necesitaba resolverlas.
--¡Elena! 
Sonó en medio de el silencio como un grito de auxilio, mientras yo corría hacia un futuro incierto.
 
Continuará...

jueves, 18 de agosto de 2016

Las Largas Noches de Elena (23º parte)

Intenté volverme invisible al escuchar esa voz tan íntimamente conocida, por unos segundos me transportó a un mundo que ahora lo sentía confuso, no podía ser,.
--¡Elena!, --dijo--, quieres salir de una puñetera vez, no te comportes como una niña,  ¡Vamos sal!. 
Me sentí pequeña, indefensa, asustada, incapaz de reaccionar ante esta sorpresa tan magistral, yo que me creía fuerte, experta, capaz de vencer las situaciones más difíciles y comprometidas, siempre al borde de la muerte o de la cárcel, en la clandestinidad, que era aquello un gran hermano a lo bestia, un show de Thruman en femenino, o sencillamente me había muerto y había ido al infierno directamente, en ese momento mi nombre volvió a resonar en ese jardín de pesadilla, estaba pegada al suelo, muda, mi garganta expulsaba un leve alito de aire, un pequeño suspiro que apenas si me permitía mantenerme con vida, me amparaba entre dos pequeños cipreses, intentando fundirme con su naturaleza, rezando una oración que aprendí de muy pequeña y apenas acertaba a recordar.
 
Un par de manos fuertes y ajenas, me agarraron por los brazos, me resistí por puro instinto, intenté defenderme en una batalla perdida.
Apareció  de entre las sombras y me volví muy muy pequeñita, su voz tenía la fuerza de un trueno.
--¡Elena! – un silencio aterrador me envolvió, mis oídos no eran capaz de percibir ni el más atronador de los sonidos--, dejá de hacer tonterías, soltadla no irá a ninguna parte, ¡Vamos!.
 
La seguí como un sumiso corderillo, ni por un momento me pasó por la cabeza escapar, no tenía fuerza para hacerlo, tampoco le encontraba sentido, había perdido y solo me quedaba asumir lo que tuviera que pasar.
--¡Manuel!, --el grito se perdió en el silencio nocturno.
Estaba sentado en medio del majestuoso salón, cabizbajo, lo sentí avergonzado.
--Elena, lo siento, yo no quería, pero no puedo elegir y tú lo sabes.
--¿Quién eres tu?¿De dónde has salido?, --dije, en un grito ahogado que apenas si se escuchó--.
--¡Deja al chico!, él ha cumplido su misión, así se le ordenó y lo ha echo, con la profesionalidad que se esperaba de él.
--¿Quiénes somos? ¿Qué somos?
-Sois nuestros niños y punto.
--Como que somos vuestros niños y punto, utilicé todo el torrente de voz que pude conseguir y aún así, apenas si se me escuchó--.
 
Por primera vez, observé la habitación que me albergaba, el mobiliario era digno de un rey, suelos vestidos con finos mármoles, bellos y  pesados cortinajes, enmarcaban inmensos ventanales que dejaban ver la belleza y majestuosidad del mar Mediterráneo y aunque la negrura de la noche, lo presentaba como oscuro y algo siniestro, yo lo imaginaba azul lápizlaculi, incidiendo el sol con persistencia sobre su calmada superficie y el sonido que te arrulla en los momentos de recogimiento, unas palabras me arrancaron de mi abstracción.
--¡Venga, niños a la habitación!,--nos dijo con voz amable--.
--Señora, yo no soy una niña, soy una mujer y así exijo ser tratada.
Una risotada fue toda la respuesta que obtuve y se alejó con paso seguro, se perdió entre habitaciones en penumbra, pero el repiqueteo de sus tacones los seguí escuchando hasta que se diluyeron en la inmensidad de esa mansión. 
 
Un mayordomo perfectamente uniformado, nos invitó a Manuel y a mí a seguirlos, miré hacia las puertas que daban al jardín, franqueadas por hombres estatua vestido de negro y con intercomunicadores adheridos a su orejas, en fin podía intentarlo, pero también empeorar la situación,en la cual no estaba muy segura de si mi estatus era de presa, reo que va al paredón o simplemente me reprendían para hacerme volver a lo que ellos considerarían la buena senda, le seguí mansamente desganada, Manuel me golpeó la mano para llamar mi atención, no entendí su gesto.
 
Nuestro guía media casi dos metro, nunca había visto un mayordomo con semejantes dimensiones, lo seguimos casi dos minutos por inmensas estancias hasta que llegamos a una puerta que escondía una bonita y sencilla habitación, me hice la remolona y una mano que me cubría  casi toda la espalda, me introdujo en su interior , oí el cerrojo correrse tras de mí, inmóvil, intentaba captar el más mínimo indicio que me ayudara a salir de ese lugar, unos golpes, parecían sonar tras la puerta, me quedé inmóvil, conteniendo la respiración, los volví a escuchar, lentamente me acerqué a la puerta para confirmar mi sospecha,
--Elena, Elena.
Apenas si se distinguía las palabras que definían mi nombre y los leves golpes que me hicieron ponerme en alerta.
--Elena, Elena.
Insistieron, no estaba loca, aquello estaba pasando.
--Manuel, ¿eres tú?.
 
Continuará...

sábado, 13 de agosto de 2016

Las largas noches de Elena (22º parte)

--¿Ha pasado algo que yo deba saber, pareces nervioso?.
--No lo sé.
--¿Qué quieres decir con que no lo sabes?.
--Verás, se presentó una señora, bueno una señora, no,¿Te acuerdas de la mujer por la que me preguntaste?.
--Si, claro, la de la casa extraña.
--Si, esa misma, no te lo vas a creer, antes de venir tú, estuvo aquí, me hizo preguntas.
--¿Qué preguntas?.
--¿Cuántos vivíamos aquí?, ¿Dónde estaba mi madre?, preguntas que me han puesto muy nervioso,¿ y si llama a alguien?.
--No te preocupes, no pasará nada, olvídate del tema.
 
No quería reconocerlo pero me sentía aliviada, mi yo defensivo siempre alerta seguía desconfiando pero algo en el interior se había calmado. Pasamos un día tranquilo disfrutando del buen tiempo y de la mutua compañía. 
 
--¡Buenas noches, Manuel!
--¡Buenas noches, Elena!
Al cruzarse conmigo, me rozó la mejilla y se abrazó a mi cuello, aquellos gestos no tuvieron palabras y nos recluimos en nuestros cuartos visiblemente emocionados.
Las sábanas estaban frescas y desprendían un ligero aroma a jazmín, me arropé con ellas y el sueño acudió raudo, dejando sin voluntad a los párpados sumiéndose en la espesura del mundo de la inconsciencia, donde lo imposible se vuelve posible y los miedos entran sin carta de presentación.
 
Un cuerpo yacía junto al mío, sus traviesas y atrevidas manos recorrían toda mi anatomía inflamando el deseo y yo era incapaz de oponerme a sus mandatos, sus labios rozaban la piel del cuello, susurrando palabras atrevidas y seguían su camino sin piedad hasta los pechos, aquellos labios carnosos, suaves, me acariciaban contándome la historia de sus experiencias, respondía arqueando el cuerpo sumida en un extasis incontrolable, ni siquiera la mirada voyeur e indiscreta que intuía en la esquina, camuflada entre las sombras lograba extraerme de ese sopor que conlleva la pasión descontrolada, nada importaba más que el instante que estaba viviendo, el placer que hacía temblar a la voluntad y la garganta emitía un  gemido suave y acompasado, la sombra seguía su misión sin interrupciones, intentaba resistir pero perdido el control, la situación se volvía perversa.
 
--¡Elena! ¡Elena! ¿Qué te pasa? ¿Por qué gritas?
--¡No!,-- grité desconcertada y sin saber ni dónde estaba, ni que me estaba pasando y por unos instantes escuché una risa ahogada entre las sombras--.¡Manuel!, ¿Qué pasa?.
--¡No lo sé, estabas gritándole!, me he asustado, decías que había alguien en la oscuridad.
Dí un manotazo en el interruptor de la lampara se hizo la luz en la penumbra de la habitación. Me puse roja como un tomate, los ojos de Manuel permanecían fijos en mis pechos desnudos, un trozo de sábana sirvió para tapar la vergüenza que en ese momento convivía con nosotros.
 
--¡Bien!,--dije con toda la energía que pude reunir, estaba totalmente confundida y necesitaba quedarme a solas para tranquilizarme--. No ha pasado nada, solo una pesadilla, a veces me pasa, vuelve a dormir, todo está bien.
 
Manuel se deslizó fuera del lugar todo lo rápido que pudo, con las orejas tan rojas que parecía que las había puesto en una plancha, nada más quedarme a solas necesitaba comprobar que en la estancia no había nadie más que yo, salí al jardín y comprobé todos los rincones, no podía dormir, pero el misterioso sueño necesitaba ser resuelto, una copa me ayudaría a relajarme y me quedé allí rodeada de sonidos nocturnos, tumbada sobre la hamaca e intentando poner en orden todo aquel embrollo, por unos instantes me volvieron los recuerdos de los momentos vividos apenas hacía unos momentos y no pude contener la risa ante la ridícula situación, mis senos al viento y aquel adolescente intimidado por la situación, era tan cómico el momento que no pude más que reír incontroladamente, no estaba preparada para criar adolescentes, pero era lo que había y que podía hacer.
 
Pasé todo la mañana esperando que el teléfono sonara dándome cualquier ultimátum, pero no ocurrió nada, el tiempo transcurrió lento y calmado y yo lo dedique ha trazar un plan para resolver los misterios en los que me veía envuelta, sin saber cómo actuar exactamente.
 
Caía la noche cuando me puse manos a la obra, durante las horas anteriores había planeado el asalto a la casa encantada y enfrentarme si fuera necesario a su misteriosa moradora.
 Dejé el coche aparcado lejos y salvé la distancia a pie planeando las diferentes dificultades que me podían surgir. La hermosa construcción surgió ante mí, desde luego sería el lugar donde la abuela hubiera elegido vivir, se veía con claridad que la casa había sufrido multitud de reformas pero conservaba ese sabor victoriano con el que fue creada, diseñada con mimo para el regocijo de sus creadores, observé con detenimiento el jardín que la rodeaba, abrazándola con su verde y frondoso manto, estaba dispuesta a jugarme el todo por el todo, avancé entre las sombras y bajo su amparo sabía que aquella incursión era vital, un ruido me puso en alerta y una voz salida de las sombras, dijo.
--¡Hay alguien ahí!
 
Continuará...

sábado, 6 de agosto de 2016

Las largas noches de Elena (21ª parte)

El zumbido del motor se interrumpió, el rostro de un hombre me mirába insistentemente, abría y cerraba la boca pero no lograba entender lo que decía, sin pensármelo un segundo reaccione por instinto y en menos de un segundo su cuello estaba bajo mi zapato. El hombre gritaba, y por fin pude entenderlo, reveindicaba su identidad de inocente, gritando.

--¡No me mate! ¡No me mate, soy el piloto, soy el piloto!, ¡La he traído a casa! –levantaba las manos en señal de inocencia y como recurso para que mi pie no lo ahogara--.
--¡Lo siento! –dije, dejando de ejercer presión  y ofreciéndole mi mano en señal de disculpa.

El hombre se puso en pie por sí solo apartándose de mí lo más posible, en un grito me espetó.
--¡Está loca o que le pasa! ¡Por poco  me mata! ¡Un coche le está esperando!.
Dos luces en la oscuridad se encendieron y se apagaron, volví la cara antes de marcharme hacia el pobre hombre.
--Lo siento de verdad, --dije, en un susurro--, de veras que lo siento.
--Si, claro, --dijo el hombre sin mirarme y dirigiéndose de nuevo hacia la cabina para perderme de vista casi seguro.
A paso ligero me encaminé hacia las luces que me hacían señales.
--¡Buenas días!.
--¡Buenos días, señora!.
Era un coche corriente, para pasar desapercibidos, nadie se fijaría en ese coche, eso me dio mucha tranquilidad. Arropada en su interior esperé a llegar a mi destino, por fin el entorno me resultaba familiar y como un arma de guerra me rearme para poner todos mis sentidos en alerta, sobre el terreno tomaría las decisiones.

Vi alegarse el coche y solo desee correr y volver a montarme, alejarme lo más posible de aquel lugar, dejar de pensar en Manuel, en la que parecía ser mi abuela fallecida hace años, en la voz robótica tras el teléfono, en los viajes sorpresas y huir a una playa idílica y tomar el sol sin preocupaciones, sin sobresaltos, pero esa no era mi vida y pensar en ello solo una utopía, debía resolver cada cosa paso a paso y comprar mi libertad al precio exigido, o me costaría la vida.

 Una risa morbosa se apoderó de mi garganta, supongo que por no llorar y pensé en el desperdicio de vida, no había disfrutado de esas pequeñas cosas que el común de los mortales no le da importancia, por corrientes, una noche de amor, una comida en familia, un paseo sin nada que hacer, sin tipos estrafalarios que salen de la nada y me pareció mi vida una farsa estupida y la risa se me hizo incontenible.
Algo me saco de ese tonto ataque de fantasía, devolviendome a la cruda, dura y absurda realidad.

Escondida tras la espesa vegetación que rodeaba la casa, pude observar a Manuel compartiendo confidencias con la misteriosa señora de la casa encantada o poseída y que podría pasar por el doble de la que conocí como mi abuela, pensé en la mentira que se me estaba convirtiendo la vida, aquella mujer había usurpado el lugar de mi verdadera abuela, la había llorado y extrañado como un ser muy querido o sería mi verdadera abuela y me había vendido por dios sabe que oscura razón, la furia me invadió.
Los vi despedirse, la señora salvo la distancia entre ella y un coche que la esperaba, desapareció en su interior y se alejó a un destino desconocido.

Necesitaba un segundo para recomponer las ideas, la cabeza me daba vueltas y las dudas martilleaban constantemente mi ánimo, ¿Qué estaba pasando?, ¿Quién era Manuel?, había acojido a un enano disfrazado, que se hacía pasar por un niño, la dantesca situación me provocó una risa nerviosa que me obligó a apretar fuertemente las manos contra la boca o me acabarían escuchando en Marte.
Tomé todo el aire que pude en los pulmones de aquella cálida mañana, observé cada pequeño detalle que me rodeaba, el zumbido de los insectos, el trinar de los pájaros, el sol que se cuela entre las hojas de los árboles acariciando las mejillas y decidí enfrentarme a mi incierto destino.

--¡Hola Manuel!—dije, sabiendo que no me había escuchado llegar, dio un grito de sorpresa y un plato calló de sus manos estrellándose contra el suelo y repartiendo trozos por toda la habitación--.
--¡Elena! –dijo, en un grito que se ahogo en su garganta--. Me has asustado.
Su cara se veía blanca, apenas si podía distinguirse de la pared y yo me debatía entre varios sentimientos, se precipitó hacia mí regalándome un abrazo con tal fuerza que logró confundirme, me pregunté. ¿Será tan buen actor, que lo siento verdadero?, se lo devolví con reservas.
--¿Cómo ha ido todo en mi ausencia? –le pregunté mirándole fijamente a la cara.
--Bueno, --dijo titubeando y su voz sonó temblorosa.


Continuará...