viernes, 1 de julio de 2016

Las largas noches de Elena (18º parte)

Manuel pone toda su atención en la persona que yo le demando con ansiedad, no sin poner cierta cara de asombro ante ese cambio de actitud tan repentina.
Sin dejar de mirar, supongo que por miedo a contrariarme, me pregunta.
--¿Señorita, está enfada conmigo he hecho algo mal?,--insiste en preguntar con voz de incertidumbre--.
 Esa vuelta al señorita, me hace darme cuenta que me estoy pasando y la pérdida de nervios es evidente.

--Llámame Elena por favor Manuel, no vuelvas al señorita, y perdona me he alterado un poco, creo que la he confundido con alguien que conocí hace mucho tiempo y me he quedado sorprendida, pensé que había muerto.
--Qué miedo no seño...., perdón Elena, está claro que si está paseando por la playa, no está muerta y no la he visto bien, además todas las señoras de su edad se parecen para mí, pero puede ser la señora que vive en la punta del acantilado, esa señora casi nadie la ha visto por la calle y esa casa nos produce curiosidad a los habitantes de este lugar,--dicen, y baja la voz casi a la categoría de susurro--, que es muy rica y está un poco loca, por eso compró ese lugar que está maldito, en ese lugar se cometió hace muchos años un asesinato, mataron a una mujer y su hija y desde entonces está un poquito encantada.
--¿Un poquito encantada?, preguntó casi ahogándome por la risa.
--Si, Elena, la niña se pasea por jardín llamando a su madre y la madre vaga por la casa sin poder salir para buscar a la hija.
--Dios mío, más que un misterio parece una tragedia, pobres criaturas espectrales.
Aquella historia local había relajado el ambiente y aúnque seguía alterada, pude recomponerme después del primer sobresalto, llegaría hasta el final de todo esto, pero no sería esta noche.
--¿Seguimos teniendo hambre verdad Manuel?—dije luciendo mi mejor sonrisa--.
Pedimos a lo grande y entre risas y confidencias dimos cuenta de una suculenta cena.
--¿Nos atrevemos con el postre?.¡Siiii!,-- contestamos al unísono--.

Dábamos un paseo para intentar hacer la digestión de aquella opípara comida.
--Manuel, tengo algo que decirte.
--Lléveme con usted, no protestaré por nada, no molestaré, obedeceré sus ordenes sin dudar ni un segundo, por favor, por favor.
--¿Qué te pasa?, no voy a ningún sitio, ¿Por qué piensas que me voy?.
--No sé, la comida, la charla, el paseo.....eso es lo que hace la gente antes de marcharse.
--¡Pero yo no!, ¡y no voy a ninguna parte!. Te quería decir otra cosa. Tenemos una casa alquilada.
--¿Tenemos?.
--Si, tenemos, ¿Quieres vivir conmigo en esa casa?, sé que vives solo, que tu madre se marchó y tú lo ocultas para que no te lleven a un centro.
--¿Tú no vas ha decir nada verdad, Elena?—dijo, con voz angustiada--, no podría vivir en un horrible centro de esos,--su triste mirada acaricio mi alma--. 
Manuel, no quiero que dudes de mí, yo nunca nunca te traicionaré e intentaré por todos los medios regularizar tú situación, pero tienes que contarme la verdad de lo que ha pasado, no tiene que ser precisamente esta noche.
 No has contestado a mi pregunta, ¿vivirías conmigo en esa casa?.
--¡Claro que si!, --dijo, gritando y cerrando los puños los blandió al aire en señal de victoria--.
Saltó, gritó y me abrazó en un alarde de absoluta alegría.
Mi bolsillo vibro y un sonido molesto rompió la magia del momento, la sonrisa se nos heló y el corazón dejó de latir por unos instantes. 
Una voz monótona tirando a robótica lanzó al aire una orden y una amenaza robando la magia.
Las miradas su cruzaron y el silencio gritó con toda su fuerza, acaricié su cabeza y lanzamos la felicidad del momento al infinito.

Continuará...

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