sábado, 30 de mayo de 2015

Las Largas Noches de Elena (6º parte)


Caminé de vuelta a casa, una ráfaga de viento me arremolinó el pelo sobre la cara, el cuello se quedó al descubierto y al rozarme la brisa nocturna un escalofrío recorrió la espalda, crucé los brazos sobre el pecho para sentir el calor del abrazo y pensé en mi misión, en lo que tenía que hacer, en lo que debía hacer.

Necesitaba descansar unos minutos, cerré los ojos y medité sobre como debía seguir adelante.
El cuerpo de Bruno aparecería mañana en cualquier sitio y la policía acabaría en la puerta de casa haciendo preguntas, lo mejor sería quedarme, saciar su curiosidad y marcharme sin dudas y limpia de culpa, no había motivo, ni oportunidad, nada me implicaba ni me unía a esa persona.

Salvé uno a uno los escalones que me separaban de una reparadora noche de descanso, la puerta chirrió al abrirse, y una fuerza invisible me obligó a comprobar la presencia que me trepanaba con su mirada.

--¡Señora Bartán!, dije -- en un grito que apenas salió de la  garganta, abrí y cerré los ojos en un acto desesperado.
La señora Bartán, solo estaba en mi cabeza, en ese momento de debilidad provocada por el cansancio.

La casa me esperaba silenciosa y calmada, en penumbra la atravesé, solo frente al espejo del baño iluminé el espacio, poco a poco me desprendí de la ropa que me cubría el cuerpo y cayó rendida a mis pies. Me contemplé, esbelta, bien formada, una largas piernas, estrecha cintura, senos torneados, la piel tersa y joven, el cabello rubio rojizo caía en cascada sobre los hombros y mis ojos azules se regalaban una visión que hubiera alterado el ánimo del hombre más templado, me regalé una caricia con cierta mofa, por negarme unas manos suaves, grandes, sensualmente masculinas.

Me arropé entre las sabanas y el sueño acudió libre y sin tapujos.
El aire olía a jazmín y azahar y los pies caminaban sobre una manta de suave césped mullido y verde, los árboles mecían las hojas a mi paso y parecían cuchichear algo en un extraño idioma herbáceo, enormes mariposas de bellos colores despejaban el camino y el pelo batido por el viento me introducía en una sensual atmósfera , con un leve parpadeo intenté luchar contra lo irreal, al final de aquel extraño paraje idílico, una misteriosa luz indicaba el final de algo y como polilla atraída por la luz aceleré el paso para poder descubrir el enigma.

 Bruno me corto el paso, bello como un adonis, luciendo su virilidad sin tapujos, sus labios me acariciaron las mejillas, sus manos recorrieron las caderas, subiendo con lentitud pero sin ponerse limites, la situación fue mutuamente aceptada y sobre la mullida hierva nos rendimos sin censura a cosas que solo hubieran tenido el atrevimiento de rondar el pensamiento hace unas horas. El tiempo se detuvo y aquel minué escrito para dos, se alargó el tiempo que solo existía en los sueños, un ultimo beso selló mis labios y sus manos  me recorrieron sin prisa, vi sus ojos tristes al alejarse de nuevo y su silueta se perdió en aquella intensa y profunda luz, de nuevo aquel extraño lenguaje y las mariposas se posaron sobre mi cuerpo exhausto.

El timbre repiqueteo una, dos, tres, creo que mil veces, confusa me incorporé, buscando algo para cubrir mi desnudo cuerpo, con la respiración entrecortada, me envolví en la sabana y corrí hacia aquel estruendo que me trepanaba el cerebro.

--¡Ya abro!, grité, intentando parar aquella locura, de un tirón despeje la incógnita. ¿Donde esta el fuego?, volví a gritar, sin ser consciente de que lo único que me cubría era aquel ridículo trozo de tela.¿Qué pasa por el amor de dios?.
La cara de mi interlocutor me hizo ser consciente de la patética situación, el chico de la floristería con expresión aterrorizada me ofrecía un gran ramo de rosas multicolores, soltó el ramo y su carrera alocada lo hizo rodar dos tramos de escalera, la curiosidad me invitó a verlo huir como alma que se lleva al diablo, entre las hojas destacó una tarjeta con un nombre Bruno, abrí los ojos en un arrebató de perplejidad.

No pude cerrar la puerta, el pie de un intruso se interpuso en el camino.

--¡Oiga! ¿Cómo se atreve?, grité airada.

--Señorita Elena, Elena Deloirea, ¿Quién es usted? ¿Cómo se atreve?, en medio del aluvión de protestas, resaltó una palabra.

--¡Policía!.

--Muy bien, policía y eso le da derecho a irrumpir en mi casa y alterar mi descanso,--intentaba ganar tiempo con mis protestas y poder recomponerme del impacto del nombre que había leído en la tarjeta--.¿Puedo vestirme?, sino le parece mal, no creo que esté en situación de recibir a nadie.

El atractivo policía turbado por el acto reflejo, bajó la cabeza y asintió como un niño sumiso pillado en falta, con tanto ajetreo la sabana se había resbalado y lucia el pecho con total desparpajo, los ojos del policía me llevaron hasta el desliz, enojada, caminé con paso seguro hacia el dormitorio y cortar el curso de locura que habían cogido los acontecimientos.

Alisé mi pelo y cubrí el cuerpo con un suéter ajustado y unos jeans.
El policía algo azorado por la situación, intentó disculparse, decidí dar por zanjado el asunto y le ofrecí un café, que me hacia más falta a mí que a él.

--¿Conoce a Bruno Santori?.

--Conozco a un Bruno, pero la verdad es que lo conozco desde hace unos días y no se si su apellido es Santori, sin ir más lejos, ese ramo de flores es de Bruno, pero no sabría decirle si es el mismo.

¿Le ha pasado algo?,-- espeté con aire de preocupación--.

--Un poco estupefacto si que me deja, el señor Bruno Santoni, se ha encontrado esta mañana su cuerpo en el río.

--Eso es una tontería, no puede ser la misma persona, esas rosas son suyas y no ha podido mandármelas desde el más allá.

--Podría mirar esta foto y decirme si es la misma persona.

--¿No será una foto del muerto?, dije—desviando la mirada.

--No, por supuesto que no.

Puse mi mejor expresión fingida de espanto y asentí dejando caer la mirada.

--¿Entonces, quien me ha enviado las flores?, se me están poniendo los pelos de punta, por favor.

Una batería indiscriminada de preguntas surgieron de aquel policía, cuando ya estaba realmente agotada, se dio por satisfecho, afortunadamente mis reacciones no eran fingidas porqué nada sabia de Bruno, o apenas nada, nadie nos vio por la noche y mentí sobre ese asunto.

CONTINUARÁ......



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