martes, 11 de abril de 2017

Manzanas, peras, cerezas y viejas arpías (18º parte)

Sentada en la oscuridad centré la atención en la punta incandescente del cigarrillo, solté una bocanada de humo que me envolvió en una improvisada niebla, poco a poco se disipó en pequeños hilillos que se desvanecieron lentamente.
Allí estaba divisando la lejana cúpula de la iglesia iluminada, -- me preguntaba como llegar a los depósitos de agua sin ser vista --. Setecientos cincuenta litros de cianuro esperaban en el coche a ser utilizados --, aguardé con paciencia felina a una distancia prudencial del pueblo.
Frotándome enérgicamente las manos para paliar el nerviosismo supe, que no debía demorar más el momento, enfilé la carretera, ni un alma por ningún sitio, apreté los dedos sobre el volante para controlar el temblor. El campo estaba mojado y las ruedas se hundían en el barro corriendo el peligro de quedar atrapada con semejante cargamento, a pocos metros divisé los pozos de agua que abastecían a esta pequeña población, a pesar del calor reinante y el constante zumbido de los insectos, sentía un frío glacial que me helaba la nuca. Una a una, vertí todas las garrafas, cargándolas de nuevo en el maletero, abandoné el lugar sin mirar ni una vez hacía atrás.
No podía parar, comiendo kilómetros tras el volante pasé toda la noche y cuando la mañana despuntó y el sol se asomó para dar los buenos días, supe que todo había acabado, entré en la habitación sin ser vista, por el mismo sitio que la abandoné, sobre la cama permanecí paralizada sin poder dormir hasta bien entrada la tarde, la televisión emitía programa tras programa, los actores, concursantes y presentadores, desempeñaban su labor sin que nada llegara a mis oídos, el callado movimientos de los labios acompañaban los horribles momentos de impuesta soledad. La jornada finalizó sin que la esperada noticia saltara a la opinión pública.
La camarera de piso golpeó la puerta con los nudillos. --¿Limpieza? – rasgó el silencio una voz nasal --. ¿Renuncia a la limpieza? –repitió de nuevo con cierta afectación de alegría --.

Necesitaba hacerme ver, que pensaran que no había abandonado la habitación, así que  muy a mi pesar contesté.
--¡Pase!, --y en el tono no pude disimular la desgana--. La limpieza duro lo que un cigarrillo apoyada en la barandilla de la terraza, mientras vigilaba a Rufo al que había sacado por la ventana.

Pasé la noche envuelta en oscuros y truculentos sueños que no pude recordar al despertar, solo pequeños esbozos que nada dejaban en claro, pero si la sensación de estar presa dentro de una pesadilla que no me permitía despertar, la boca tan seca que me adhería la lengua al paladar, el corazón latía taquicardico y yo luchaba denodadamente por recuperar la calma.
El televisor seguía su larga andadura de imágenes silenciosas, necesitaba un café, miento, mataba por un café, di volumen a la tele mientras tomaba una ducha, la noticia explotó en los oídos cuando casi me había envuelto en la toalla, no me lo podía creer, por fin todo acabaría, con los pies mojados corrí hacia la habitación, al pisar la baldosa perdí el equilibrio y el golpe me dejó tumbada y sin respiración, mientras el suceso era narrado por un presentador con los ojos muy abiertos, sobrecogido por el insólito hecho sin explicación, mientras la policía aseguraba que estaban sobre una pista fiable y que los culpables no tardarían en ser detenidos, se barajaba la posibilidad de un ataque terrorista.

Continuará...

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