Los pobres policías hacían lo que podían en aquel caos de caras perplejas, se hablaba de ataque terrorista de suicidio colectivo, daban vueltas como perros ciegos sin respuesta a las preguntas.
El cortejo fúnebre seguía su marcha imparable y en contrapartida, la vida seguía su curso como si nada hubiera pasado, mariposas multicolores libaban de flor en flor agasajándome con su hermosa presencia, el día era luminoso y soleado, una brisa suave se colaba furtiva entre el pelo y la nuca, respiré larga y profundamente, un tipo algo desastrado con pinta de no haberse afeitado, comprobaba las matriculas.
--¡Señorita! –haciéndome la sorda -- ¡Señorita! – repitió, pero esta vez me agarró del brazo --. Una descarga me recorrió de la muñeca hasta el codo, pensé que las piernas no me sostendrían, tiré el cigarrillo y al aplastarlo contra el suelo noté como el pie no me obedecía, metiendo la mano en el bolsillo para disimular el temblor que delataba el nerviosismo. Volví la cara con gesto contrariado.
--¡Discúlpeme!. Estamos comprobando el censo de personas y coches y veo que su matricula corresponde con una de mi lista.
Por un momento quedé absorta en mis pensamientos, pasado unos segundos contesté como si hubiera recobrado la memoria en ese instante.
--¡Si! – respondí con un monosílabo --, recordé lo que me decía mi madre cuando la afilada lengua intentaba meterme en problemas. “ En boca cerrada no entran moscas y en la abierta hasta lagartos. “
--¡Reside en el pueblo!
--Si
--¿Dónde estaba cuando ha sucedido la tragedia?.
--En un hotel.
--¿Si vive aquí, porque estaba en un hotel?.
--La explosión me rompió los cristales, -- las palabras salían con cuenta gotas, no deseaba dar mas información que la estrictamente necesaria, sin embargo me estaba dejando envolver por sus palabras amables y sus buenos modales.
--¿Qué explosión? – preguntó con gesto sorprendido--.
--¡Dios mío!,-- exclamó sin creérselo del todo.
--No se mueva, por favor, --me pidió con gesto cortes --. Vuelvo enseguida.
Tendría unos treinta años, sus facciones resultaban algo aniñadas, sin embargo se alejó con paso cansado e inseguro, sin saber muy bien que hacer, lo observé cambiar impresiones con alguien que debía ser su superior por el aspecto. De vuelta prosiguió con las misma cuestión.
--Bien, dice que estaba en un hotel por la rotura de sus ventanas, preguntó con entonación interrogativa.
--Si, por la explosión.
--¿Qué sabe de la explosión?.
--Nada -- dije rotunda --.
--¡Cómo que nada! – exclamó con aire algo ofuscado --. ¿Dónde vive?.
--Enfrente de la casa que explotó.
--¡Y no sabe nada, no vio nada!, -- afirmó en un tono visiblemente más airado --.
Lo seco y conciso de las respuestas lo estaba sacando de quicio, así que para no exasperarlo, decidí mostrarme un poco más habladora.
--Siento ser de poca ayuda, pero estaba durmiendo cuando escuché el estruendo, bajé acompañada del perro, al comprobar el destrozo pensé que sería mejor irme a un hotel, hasta que el seguro evaluara y arreglara los desperfectos.
--Y no sintió curiosidad, porque no decirlo, miedo, por un hecho tan insólito en un lugar así. No habló con los vecinos al salir, comentó algo, alguna cosa. ¿O le parece normal que explote la casa de la acera de enfrente?. ¿Usted coge el coche y se marcha sin más?. Por favor no me tome el pelo señorita.
--Normal o no es lo que hice, una vez llegaron los bomberos pensé que nada pintaba allí
--¿No le interesó lo que podía haberle pasado a sus vecino?
--Estaba claro que la vecina no podía sobrevivir a ese hastío, fue realmente impactante.
De todas formas la gente aquí es extremadamente reservada y yo no dejo de ser, la que viene de fuera, no comparten mucha información conmigo, así que ya no pregunto, ellos a lo suyo y yo a lo mío. Una forma de sobrevivir como otra cualquiera. Puede que usted no lo vea así, que quiere que le diga.
--Aún así, no le parece excesivo su falta de interés.
Su actitud me estaba enojando, sin pensármelo dos veces le respondí airada.
--Bueno. ¿A ústed le interesan los hechos o juzgar mi comportamiento en ésta comunidad?, yo no afirmo que este bien o mal, me limito a exponerle mis razones acertadas o equivocadas, el resto son especulaciones --- dije con la voz algo estrangulada –
--Su comportamiento es poco menos, no digamos sospechoso, pero si extraño, -- contestó con cierto aire de mofa al notar el enojo --.
--¡No, si al final voy a ser yo la que provocó la explosión!.
No se que me impulsó ha hacer semejante afirmación, pero nada más salir de mis labios la sangre se me helo en las venas. Intenté descifrar el impacto de aquellas palabras tras esos magníficos ojos verdes que dejaban entrever parte del estrés, el cansancio que acumulaban, en ese momento fui consciente que tras esa libreta de anotaciones había una persona, la barba despuntaba con premura, fruto de las prisas, la dejadez de su vestimenta podía indicar el exceso de horas de trabajo, de su boca perfecta, salían palabras que hasta cuando rebotaban enojadas en los oídos, sonaban sin aspereza, el cosmos me impulsaba a ser amable con aquel hombre y no sabía, porqué.
Otra pregunta rompió el embrujo del momento, -- estaba claro que no era consciente del impacto de su persona sobre mí --.
--Nadie es inocente hasta que no se demuestre lo contrarío, --dejó caer con cierta sorna-.
Aquella afirmación me golpeó como una inesperada pelota de pin-pon, dejándome fuera de juego por unos segundos, mi cara de perplejidad le sacó una sonrisa.
--Tampoco se es culpable hasta que no se demuestre, -- le dije- visiblemente enfadada -.
--Bueno a lo que íbamos señorita, --dijo—dando por finalizada aquel dialogo de besugos en el que habíamos caído sin saber como --.
--No me negara que su actitud peca de extraña, eso no quiere decir que yo la considere culpable de nada.
--De todas formas el trato con los vecinos era frió apenas si los conocía y con el tiempo perdí todo el interés por ellos, eso no quiere decir que no me sienta impactada por todo lo que está pasando, ni que les deseara ningún mal, ellos viven a su aire y yo al mío, punto.
Quizás no fue correcto el marcharme cuando vi la situación controlada por los bomberos, pero no pensé que hiciera daño a nadie con ello y no podía hacer nada ni había visto nada. De todas formas quisiera saber que ha pasado, tantas ambulancias.
--No sabemos todavía, --dijo—con aire de confidencialidad --.Sorprendido por la confidencia que acababa de hacerme, cambio de actitud, con semblante de preocupación.
--Puedo volver a mí casa para evaluar daños, tengo que llamar al seguro, -- lo dije con tanta frialdad que hasta yo me asusté--.
--¡Vamos a ver!. Parece no entender la gravedad de los hechos aquí acaecidos.
--¡Todo el pueblo a muerto!, -- y casi se atragantó al decirlo, en algo que fue como un grito --.
--¿Cómo? –y la voz se me quedó dentro, el aire me faltaba y un atisbo de mareo, obligó a este nuevo e inesperado cómplice a sujetarme por el brazo.
--Lo siento, pensé que lo sabía.
Las lágrimas acudieron a los ojos y lo sorprendente es que fueron reales, sentí pena por la perdida, pero no por haberlos matado, empaticé con familiares y amigos pero no con los fallecidos, no lograba verlos como personas, solo eran demonios salidos de los infiernos y estaban de vuelta a su hogar.
--No, como ya le he dicho he estado fuera.
En esos momentos Rufo saltó del coche y vino a sentarse junto a mí, mostrándome todo su afecto. Las palabras se templaron en solo unos segundos
--¿Este perro es suyo? – preguntó – pasándole la mano por el lomo en señal de aprobación.
--Si, -- y la voz apenas si me salió del cuerpo--.
--¿Tiene donde quedarse? – preguntó solicito --. Familiares o amigos a quien acudir.
-- ¡No! – respondí y sonó tan rotundo como una sentencia. Ya veré que hago, -- exclamé un poco confusa por la situación y el cansancio.
Todo el mundo estaba a lo suyo, confusos, asombrados, tristes, expectantes, confundidos, había para todos los gustos.
--Tome mi tarjeta, llámeme en cuanto tenga un lugar para quedarse, no se le olvide, tendrá que estar localizable hasta que se aclare toda esta cuestión, que se presenta peliaguda. Si necesita algo o recuerda alguna cosa por pequeña que le parezca, -- y dijo la frase --. “No dude en llamarme de noche o de día”, -- ¿No se por qué?, me sonó a cita más que a recomendación policial --.
Sin decir nada, me di la vuelta, sin dejar de sentir su mirada clavada en la espalda, me introduje en el coche – no dejó de observarme mientras cambiaba impresiones con otro policía --, lentamente logré abrirme paso entre toda aquella confusión.
Continuará...
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