miércoles, 27 de abril de 2016

Las Largas Noches de Elena 11º Parte

--¡Está bien!—dije alzando la voz para llamar su atención--, ilústrame la ignorancia por favor.
--Tú y yo hemos pasado momentos memorables bajo el sol.
Intentando frenar los nervios casi al borde de desbocarse, por fin el intruso me da una pista de su supuesta identidad.

--Soy Ru, como tú me llamabas con tu media lengua francesa, Rubén, el hijo de la guardesa de la finca que alquilaba tu abuela en verano, me quedé atónito cuando te vi en la playa esta tarde, pero cuando pude llegar hasta donde estabas habías desaparecido, preguntando, por fin, hace una hora logré localizarte, créeme que no ha sido fácil.
Saqué mi mejor sonrisa y la voz más convincente que pude conseguir.
--Tengo un vago recuerdo del espacio temporal que tú me hablas,disculpa la falta de memoria.
--No  tienes de qué disculparte, es normal no olvidarse de una chica tan bonita y normal olvidarse de un chico como yo.

--Lo siento, he viajado mucho y los recuerdos son confusos, muchas caras, muchos lugares, en fin que te puedo decir,--podía haberle dicho cualquier cosa, su mirada seguía clavada en lo que adivinaba tras las transparencias--. Rubén,--dije con aire de conformidad--, estoy algo cansada, sino te importa  desearía retirarme a dormir, pero si te parece mañana podíamos salir a navegar, puedo disponer del barco de un cliente atracado en el puerto deportivo, pasaríamos un día disfrutando del sol y la brisa marina, yo lo dispondré todo, atraque ciento veinte, a las ocho de la mañana, se puntual por favor, odio esperar.
Sus ojos relucían como faros a toda potencia.

--Allí estaré sin falta, siento haberme presentado así, quizás no ha sido la forma más correcta, debí anunciarme desde recepción, pero me dejé llevar por un impulso, lo siento.
Me tendió la mano y yo le ofrecí la mía sin reparos aparentes,un fuerte apretón fue su despedida, en silencio y con una sonrisa de oreja a oreja, cerró tras de sí.
Estaba estupefacta, confusa, corrí hacia la puerta y la aseguré para que nadie pudiera volver a traspasarla tan fácilmente, dejé caer el cuerpo sobre la tumbona e intente poner en orden los recuerdos que ese tipo decía que habíamos vivido juntos, el concepto era correcto pero muy confuso para mí, apenas si le ponía cara a ese Rubén y menos a su madre, podía ser un policía, el corazón me dio un vuelco y la cena volvió a la garganta.
Mañana todo se vería más claro, en alta mar podría saber con más certeza lo que pasaba, desde luego algo era seguro no pensaba correr ni el más mínimo riesgo.

A la seis estaba en punta, como mis nervios, ataviada con el bikini con más tela de todos los que tenía en el armario, me encaminé hacia el puerto con unas bolsas y las viandas preparadas al efecto por el hotel.
Con paso apresurado salvaba la distancia que me separaba del puerto, me notaba febril, la ansiedad provocaba una respiración alterada, y una sorpresa más me esperaba en el camino, casi en la entrada del puerto una voz, me interpela, mi nombre sonó como una sentencia de muerte dictada por un juez.

--Elena,¡ que madrugadora!.
Lo miré, con el rictus marcado por el desprecio.
--¡Uy! Que mal despertar tiene la pequeña.
Ignoré el comentario sin más.
--Te has adelantado, pensaba preparar el barco para la salida, --contesté en un tono neutro--.
Ahora me puedes ayudar.

La cabeza intenta procesar el momento, estudiaba al tipo hasta en el más mínimo gesto para evaluar la situación, necesitaba saber si era un simple ligón de tres al cuarto o un peligro en potencia, no iba a correr ningún riesgo, no había llegado hasta este punto para jugármela por un cualquiera que ni siquiera recordaba.
Oteé como un sabueso el perímetro del puerto se veía desierto, pero inevitablemente no sería exactamente así y eso me preocupaba.

Una músiquilla rompe el silencio de la mañana dentro de mí algo se encoge y noto el agobio en la garganta.
Una voz emerge del fondo de la embarcación, profetizando una situación ya sabida.
--¿Está sonando un móvil?.
Sin dar respuesta atiendo la llamada.
--¡Sí!, una voz robótica me exonera de tomar cualquier decisión, confirmando un temor que empezaba a anidar en mi ánimo.

Continuará...

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