Abandono la playa
cuando el sol deja paso a la luna y me siento tan relajada, que un buen
baño, una cena en mi suite y un profundo sueño me parece el mejor plan
para cerrar esta magnífica jornada.
Después del relajante
bañó, cubro mi cuerpo con un bello y veraniego vestido que poco deja a
la imaginación y cuando creía que la noche sería felizmente tranquila,
unos nudillos golpean la puerta, convencida que era alguien del hotel,
le franquee con mi voz el acceso.
--¡Elena!—volví la cabeza con tal violencia, que por un momento la visión se me hizo borrosa--.
--¿Quién
es usted?. ¿Cómo se ha atrevido a entrar?.¡Lárguese ahora mismo ó
llamaré a seguridad!, e hice ademán de coger el teléfono.
--Me invitaste tú a pasar.
--¡Eso es una tontería!,--dije alzando la voz—
--Yo golpeé la puerta y tú me franqueaste el paso.
--¡Eso
es una tontería! –me reitero alzando la voz con desconcierto-- ,no te
conozco de nada y no invito a extraños a mí habitación.
Estaba
empezando a perder los nervios y claramente se me estaba
descontrolándose la situación, estaba en un rocambolesco atolladero del
cual deseaba salir lo antes posible, pero empezaba a ver con claridad
que aquel individuo no lo pondría fácil.
--Es cierto, yo he dicho que pases, debí comprobar quién llamaba, ahora le pido amablemente que salga y disculpe mí imprudencia.
--Elena, tú siempre tan misteriosa.
El sonido de mí nombre, salido de aquellos labios me produjo escalofríos
--Disculpa, he sido imprudente y me he aprovechado de un equívoco. Me conoces, aunque veo que no te acuerdas.
La
cabeza me daba vueltas a toda velocidad, intentando fingir una calma
totalmente perdida, saque el tono de voz más desafiante que encontré,
mientras me aprovechaba de que sus ojos se distraían en las
transparencias que dejaban la voluptuosidad de mi anatomía, casi al
descubierto.
Aunque en aquel momento hubiera deseado echarlo a
golpes de la habitación tenía que saber quién era aquel tipo y si sus
intenciones iban más allá de una aventura pasajera, si solo era un
baboso más o por el contrario algo me decía que el peligro acechaba tras
su inquietante presencia.
Dejé que sus ojos recorrieran sin
descanso mi cuerpo con lujuria desmedida, paseándose sin pudor entre mis
piernas hasta la voluptuosidad de mis pechos.
Continuará....
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