martes, 19 de abril de 2016

Las Largas Noches de Elena 9º parte.

Al cruzar la puerta un soleado día  me acoge con calidez, la alegre España me cambia el estado de ánimo. Disfrutaba del magnífico ambiente cuando un tipo extraño, parecía sacado de una mala película de agentes secretos, ataviado con gabardina y gorro de ala fina y con la misma sutileza que un elefante en una cacharrería, me aborda, el extraño personaje me entrega un sobre y superado el primer momento de sobresalto, creyéndome blanco de un demente, la hilaridad y la sorpresa  se apodera de mí, viendo come se aleja el aprendiz de espía intentando camuflarse entre la multitud, imposible con esas pinta, propia quizás para Londres pero no para Madrid en ese magnífico día en el que el sol te calienta el cuerpo y el animo. Todavía paralizada por la sorpresa, compruebo que la gente está más preocupada de sus cosas, que de lo que hace un tipo pintoresco que pulula por el aeropuerto, vuelvo a acelerar el paso y salir de aquella tesitura lo antes posibles y seguir mi camino hacia mi lugar de destino.

La suite donde me despierto me confunde, pero la brisa del mar y unos golpes me ponen los pies en la tierra.
--¡Servicio de habitaciones!—grita una vocecita, atravesando la puerta--.
--¡Pase!,--contesto, y me apresuro a ponerme de pie de la cama de un salto--.
--¡Su desayuno señorita!--, dedicándome una amable sonrisa.
--Sírvalo en la terraza por favor.
--Si, señorita
Poco minutos después desaparece sin hacer ruido.

Cierro los ojos y dejó que el sol me caliente cara, disfrutando de una magnífica taza de té de frambuesa, pienso en que dedicar la jornada, pero el murmullo del mar decide por mí.

Continuará...

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