viernes, 14 de octubre de 2016

Las largas noches de Elena (parte 28)

--¡Manuel!, --dije sorprendida por la confusa situación.
Manuel sentado junto a mi cama me miraba insistentemente. 
Confundida por el momento, intento reconocer el lugar donde me encuentro, todavía inmersa en las telarañas del sueño.
--¡Qué pasa, nos ha descubierto la abuela!, ¡corre escapa por la ventana! ¡yo los distraeré!.
 
Corro sin mucho acierto intentando sopesar la situación, en mi huida sin sentido intentó cruzar al baño pero las engañosas sombras de una habitación en penumbra, me hace tomar una decisión errónea, los mentirosos claro oscuros me atraen hacia una claridad engañosa, la puerta se refleja al lado de la real y sintiéndome atraída por la irreal, intento atravesar la pared creyendo que es la verdadera, y me golpeo con fuerza en la cabeza, caigo de espalda sin control y vuelvo a golpearme con el suelo, la realidad se me diluye y entro en el mundo de las sombras.
 
Chasqueo la lengua contra el paladar, intentando generar saliva para que me permita expresarme, mis párpados se elevan lentamente, me encojo como un erizo, ojos extraños me observan en ese momento, solo reconozco a Manuel, que me mira con gesto de extrañeza, como si no supiera lo que está pasando, le agarro el brazo con fuerza y apenas sin poder a pronunciar palabra, me hago entender para que me consiga un sorbo de agua. 
--¿Elena que te pasa?.
Una voz suave, acaricia mis sentidos.
--¿Elena que te ha pasado, no recuerdas donde estás?.
Intentó pensar y poco a poco los recuerdos de la noche anterior acuden con claridad.
--¿Qué me ha pasado?,--pregunto intentando poner los recuerdos en orden.
--Manuel estaba en tu habitación, estaba algo preocupado porque no te despertabas y se fue ha velar tu sueño.
--¿Pero cuánto he dormido? ¿Qué hora es?.
--Has dormido todo el día de ayer,--dijo Alejandro con voz suave y una gran sonrisa en los labios--.
--Me quieres decir que he perdido un día entero,--dije, notablemente sorprendida--.
Manuel se acerca a mí con los ojos llenos de lágrimas.
--Me has asustado no te despertabas, me senté allí, necesitaba que volvieras de tu sueño, pero te despertaste y lo confundiste todo y te golpeaste con la pared al confundir el reflejo de la puerta, has estado inconsciente unos minutos y nos has dado un susto de muerte.
 
Me incorporo con suavidad y algo más centrada, miro a mi alrededor y pienso en que tengo que dejar la seguridad de ese maravilloso sitio y seguir la huida hasta encontrar un lugar seguro y que no ponga en peligro a inocentes.
--Alejandro, agradezco tu hospitalidad y la amabilidad de todos, pero tenemos que seguir el viaje Manuel y yo, no podemos poneros en peligro.
Pierdo el color en la cara y el corazón creo que se me para, es Bruno o su hermano gemelo, allí está mirándome, sonriente, tan vivo como cualquiera de nosotros.
--No me mataste y si soy Bruno,--me dice como si fuera lo más natural del mundo--.
Balbuceo sin saber qué decir, y la confusión se apodera de mí de tal manera que la habitación me da vueltas, pero como no hay dos sin tres la noticia que queda es lo impensable.
--Bien Elena, todo te será explicado y tú no vas a ninguna parte, está es tu casa y yo te lo explicaré todo.
 
Lo miró incrédula, aturdida, confundida como si aquello no pudiera estar pasando, y por fin llega lo que no podía imaginarme y cae como una bomba atómica. Alejandro me coge suavemente el rostro y me dice, --No vas a ninguna parte porque está es tu casa y tú mi hermana, te lo explicaré todo con tranquilidad y lo comprenderás, me ha llevado medía vida encontrarte y te quedas aquí.
Todo gira a mi alrededor, siento la angustia en el estómago y rompo en un llanto interminable.
 
Continuará...

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