martes, 14 de marzo de 2017

Manzanas, peras, cerezas y viejas arpías (12º parte)

La arrastré por todo el pasillo depositándola suavemente sobre la cama, ayudándome de un extremo de la manta le cerré los ojos, que extraviados miraban a un punto indefinido. 
Pegando la espalda a la pared, la resbalé hasta sentarme en el suelo y allí permanecí, pasando de la risa al llanto, mirando de forma simbólica al cielo imploré un extraño perdón.

--¡Perdóname Padre porque no se lo que hago! – con esa suplica desgarré el silencio --.
Arrastré los pies que los sentía de plomo hasta la entrada, al intentar abrir, descubrí un temblor que me impedía alcanzar el picaporte, por fin lo conseguí y la lluvia me empapó el cabello, la ropa se pegó al cuerpo y la calma volvió a mí.

Los golpes en la puerta de la otra vieja me sacaron de la abstracción, revolviéndome el pelo fingí una agitación que no sentía, aunque la calle se veía desolada, oí risas a lo lejos y sentí miedo de ser descubierta, me arropé en el umbral, a la espera de que el peligro pasara, si esa gente subía por la misma calle sería un verdadero contratiempo, las risas se fueron alejando desvaneciéndose la alarma. 

La puerta se abrió de repente, pillándome totalmente desprevenida, así que no tuve que fingir la cara de espanto, el pulso iba tan acelerado que no era capaz de reaccionar, ante mi silencio, se asomó a la calle expectante, levantó los brazos, -- la piel que le colgaba se movió como la vela de un barco y con sus huesudas manos se alisó el pelo --, con aire de impaciencia y palabras secas me increpó.
--¡Chica, que es lo que quieres! – con ademán afectado le respondí --.
--La vecina de arriba le ha dado un ataque o algo perecido, por favor venga a ayudarme, no se que hacer – salió atropelladamente de su casa, le lancé una acobardada mirada que ella se tragó –.
--¿Dónde está?
--En el dormitorio he pensado que estaría mejor en la cama mientras llega una ambulancia.
--¿Has llamado a una ambulancia?—preguntó con aire  de sorpresa, haciéndome la pregunta a la par que consultaba el reloj poco complacida por su expresión --.
--Por supuesto – contesté reafirmándome con un movimiento de cabeza.
Nada más contemplar la escena, fue consciente del aterrador suceso, en sus ojos se dibujó un brillo casi salvaje, la miré parpadeando convulsivamente, llevándome el índice a los labios en un signo inequívoco de pedir silencio, una mirada de perplejidad se leía en sus ojos. Agarrándola por el cuello le practiqué un giro tan rápido como seco, el cuello crujió cual rama seca y un ronquido agónico puso fin a la dramática escena, dejé caer el cuerpo sin vida  al suelo y al estirarse el cuello  se dobló en un extraño ángulo sintiéndose atraído sin piedad por la gravedad.
Carecía de tiempo y de energías para lamentaciones. Una risotada imposible de controlar se me escapó al sentirme atrapada,  -- la mano de la vieja en su caída de forma casual me rodeo el tobillo --, el suspiro de alivio al comprobar la casualidad, hizo que saliera de nuevo un sonido exagerado, en un intento vano de no asumir responsabilidades, desvié la mirada. 

La cosa pintaba mal, recorrí la casa buscando la forma de solucionar aquella situación, no podía cargar los dos cuerpos en el coche y pasearme con ellos por todo el pueblo, -- las manos me ardían bajo las vendas y las fuerzas parecían abandonarme – al llegar a la cocina se me ocurrió la solución.
Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario