La policía me rodeaba por completo, sus miradas estupefactas me provocaban indiferencia.
¡Miradme!. No soy un monstruo, solo una persona que quizás cansado, a caricaturizado la forma de impartir justicia.—me repliqué a mí mismo sin articular palabra--.
¡Miradme!. No soy un monstruo, solo una persona que quizás cansado, a caricaturizado la forma de impartir justicia.—me repliqué a mí mismo sin articular palabra--.
Seguí sentado sobre la caja, absorto en la nada, quería obedecer. ¿Pero que me decían?.
Escuchaba sus voces pero mi cerebro no las descifraba, ¿A lo mejor me hablaban en otro idioma? Alguien se acercó, con voz cálida como quien habla a un niño asustado, me pidió que entregara el arma, --lentamente alcé los brazos--.
El único armamento que obraba en mi poder era un cuchillo de unos diez centímetros de hoja. Se abalanzaron como fieras sobre mí, ni pensaba, ni quería resistirme, sólo deseaba descansar en una angosta celda, acurrucado por las sombras y el silencio.
¡Brutalidad policial! ¡Brutalidad policial!—pensé en gritar --. Imitando a las quinquis de las series policíacas televisivas. Hubiera quedado demasiado teatral y no estaba para representaciones. Si te mantienes tranquilito, calladito sin dar la lata, en general no son malas personas, algunos incluso te tratan con educación y como yo estaba dispuesto a ser el mejor alumno de la clase, dócil y obediente, todo me fue bastante bien. La evaluación de daños se saldó con un par de chichones sin importancia, fruto de la primera refriega. Se hizo cargo de mí, un mostacho con uniforme, con aire de perro mordedor, pasados los primeros escarceos, convencido de la pasividad que me movía, se convirtió en toda una madraza.
Leídos mis derechos, sometido a los pertinentes registros, pase la primera de muchas, muchas noches, absorto en la cucaracha y su trayectoria sin sentido --digo de la cucaracha-- porque solo vi una, se afanaba en andar y desandar el mismo camino una y mil veces, cerrando los sentidos a cualquier elemento externo.
Al día siguiente— muy temprano-- me fue asignado un abogado de oficio.
Para no tener apenas nada que hacer en todo el día, porque afanarse en despertarnos tan temprano, -- pero quien manda, manda y yo estaba dispuesto a no crear problemas --.
Desde un primer momento insistí en mí culpabilidad. Sentado en la sala de interrogatorios y observado por algunos policías, -- estaba seguro--camuflados por el viejo truco del espejo.
Continuará...
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