lunes, 28 de agosto de 2017

Las alas de un ángel rotas (29º parte)

Con sutileza se introdujo bajo el cuerpo esbelto y musculoso de su amado, somnoliento no daba crédito a lo que estaba sintiendo, pero otras partes de mí cuerpo si habían reaccionado y adaptado a la situación.
--¡Lucía!—la miraba con cara de desconcierto—¿Estás segura de esto?. Te lo dije y te lo repito, no tienes porque hacerlo. No me debes nada. –con un beso acalló mi voz y mis preguntas--.

--Ámame y mata  todos mis fantasmas, hazme libre, demuéstrame que el amor es algo bello y no doloroso y vejante.
La entrega fue total recorrí sus pechos, sus piernas ........todos y cada uno de los rincones de su anatomía, escuchando los ahogados gemidos de placer y cuando su cuerpo se impacientaba por la anhelante y torturante espera, me fundí con ella, no hubo ni tú ni yo, sólo nosotros. Su cuerpo se arqueó bajo el mío instigado por el placer, se dobló como la rama de un árbol joven, vencida por el poderoso viento, cuando se convulsionaba, su garganta gemía sin vergüenza y un carrusel de placer y gozo giró a nuestro alrededor, supe que la batalla estaba ganada, que aquel monstruo no taimaría más su mente, su cuerpo. No podría arrancarlo de sus recuerdos pero si podía vivir con él, sin que eso le restara más alegría de la necesaria.
Por primera vez, la casa olía a hogar, y la habitación nunca fue tan cálida y acogedora. La azulada tela que cubría la ventana irradiaba destellos en todas direcciones, me sentí pez libre en su elemento, que sentí como mí elemento. La pasión y el deseo nos habían inflamado hasta dejarnos exhaustos. La miré con los ojos llenos de amor y descubrí a una niña apenada, que intentaba sonreír detrás de las lágrimas. Mi alma se hundió en  profundos abismos.
Continuará...

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