jueves, 7 de septiembre de 2017

Las alas de un ángel rotas (32º parte)

Foto de Teresa Salvador
De vuelta a casa, esta se hacia grande, fría, sin ella estaba vacía, la cama me resultaba tan ancha que parecía que ocupara toda la habitación. Desesperado volví a refugiarme junto a las bolas peludas, comenzaban a dar sus primeras protestas, intentando salir de paseo, cayéndose y tropezando continuamente con sus ojos de topo.
Tiré de la manta y me acurruqué junto a ellos, él más avispado, buscó refugio en mi pecho, lo malo fue cuando intento sacar alimento de donde era imposible, para combatir su cabezonería encontré la solución, mi dedo meñique sustituyó la teta de su madre y sin sacar nada cayó en un profundo sueño.

Aquella noche mi búho nival, reapareció de nuevo. Majestuoso, con regio vuelo se acercó a mi ventana, lo miraba absorto, incrédulo a través de los cristales. Extendí la mano, deseoso de acariciarlo como en los viejos tiempos. Sin embargo con una hábil maniobra esquivó mi ansia. De esta forma me transmitía su frialdad y su enojo. A lo lejos vi a mi madre caminando hacia mí, con el rostro iluminado por la felicidad, la precedía la abuela, al poco y tras unas sombras aparecía Lucía, menuda con su aire casi infantil, se miraron con mutua complacencia y la felicidad se alojó en mi corazón. 

Un fuerte viento las arrastró, desapareciendo, entre una neblina que desenfocaba las imágenes y las convertía en meras sombras, esa silueta me era bien conocida, a grandes zancadas le seguí hasta llegar a la cubierta de un gigantesco transatlántico, su estridente risa hizo que todo temblara dentro de mi ser, era el asesino de mi madre que me retaba a enfrentarme a mis horrores, viví una especie de satisfacción muy cercana al pavor. Caminó hasta el borde de la cubierta, la bruma que lo cubría todo no permitía distinguir los limites, --igual que en un clásico de terror-- siguió caminando y como hipnotizado me apresuré a alcanzarle, mis pies tocaron el vació y sin nada a donde asirme, viví la pesadilla que se repetía una y otra vez. 

Caía desde la proa de un barco, precipitándome en un profundo y angustioso descenso, el metal negro como el caparazón de un escarabajo, gritos desgarradores, que no llegaban a salir de mi garganta, sino penetraban en mi interior estallándome dentro del pecho y seguía mi caída durante horas o me lo parecían. Sin embargo en esta ocasión todo se cumplía, solo había una pequeña diferencia, abajo sobre el agua negra, pacíficamente dormidas, solo alterada por dos figuras con sus brazos extendidos, atrayéndome hacia ellos con sus cuerpos deformados por mis propias manos. Un alarido que yo mismo llegué a escuchar me despertó, aturdido me puse en pie, corrí a la ventana para tomar aire fresco, y entonces caí en la cuenta que el chillido estridente no era otra cosa sino el teléfono.
--¡Diga!— dije--con visible alteración  y voz aun entrecortada.
--¡Pablo!.¿Te ocurre algo?.
--¡No!—dije sin mucho convencimiento--. Estaba dormido y me he sobresaltado.
--¿Seguro?.-- Insistió de nuevo--. ¿Vas a salir?
.--No, te espero ven lo antes posible.
--Te encuentro muy raro.-- Tranquilízate es solo un mal sueño, cuando te vea se me pasara.
--No tardo, un beso, te quiero.
--Y yo también. Corre esta casa esta vacía sin ti, mejor dicho, mi vida no tiene sentido sin ti.
Oí el clic seco al colgar el teléfono, pero permanecí con el en la mano hasta que escuché la llave entrar en la cerradura.
Avanzaba por el pasillo con ese trotecillo que tanto me gustaba y tan feliz me hacia, me golpee las piernas y ella como un perrito fiel y cariñoso acudió a sentarse en ellas. La abracé con todas mis fuerzas y hundí mi cara en su cabello, olía a lavanda, tomillo era como pasear por la campiña recogiendo hierbas aromáticas, sus manos, brazos y cuello desprendían un suave aroma a bebe recién bañado. En su bello rostro se leía las secuelas del día anterior, sus párpados algo hinchados la delataban.
--¿Porque has estado llorando? ¿Por quien?. No se lo merece seguro. ¿No has derramado demasiadas, por personas que han intentado ajar tu alma y medrar tu espíritu?.—y sus ojos volvieron a inundarse de nuevo.
--¡Pablo!, No lo entiendo. ¿Por qué me odia?.
Ahogando su voz los sollozos-- me abrazó con fuerza--. Casi en un grito con la calma perdida. Preguntaba una y otra vez. ¿Por qué? ¿Por qué?. En ese momento hubiera matado por ella. Vertía su silencioso resentimiento de años en palabras amargas.


Por desgracia hay cosas que además de no tener lógica, no tienen explicación. Quizás por eso no se pueden explicar porque no tienen lógica. Besé esos ojos de mirada triste, en un intento desesperado de animarla y devolverle la sonrisa.
Vamonos a pasear tomemos algo en una terraza de verano. ¡Hace calor!, luego te invito a cenar en un restaurante muy romántico a orillas del Manzanares –y aunque sus labios sonrieron, sus ojos ya secos lloraban calladitos, ocultos como lo habían hecho durante años. Por un momento, mi cabeza hirvió como una olla a presion y mentalmente lancé improperios contra toda autoridad humana y divina. ¿Dónde estaba su maldita justicia y protección?. Necesitamos carnet para todo, pasar test psicotécnico, revisiones medicas, etc. 

Mi pregunta y la de muchos como yo, cientos, miles, millones de corazones y ojillos temblorosos, aterrorizados. ¿Por qué cualquier tarado o tarada, psicópata, pervertido puede ser tu padre y tutor o tu madre y tutora?.
Continuará...

Foto de Teresa Sal

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